Poco ha cambiado la cultura política de nuestro país si tratamos un debate electoral como si fuera un ring de boxeo. Pero la percepción no es solo de fuera, sino también desde los candidatos: Mariano Rajoy y Pedro Sánchez se prepararon el cara a cara del pasado lunes buscando en todo momento cómo castigar el hígado del contrario. El primero aduciendo la herencia recibida, el segundo, la corrupción y los recortes. El primero, intentado ganar por KO, con un derechazo directo hacia la posible decencia de su contrincante, el cual cerró los puños, para contratacar en algún momento de respiro. Pocos.

Pero más allá de estos datos anecdóticos, el perdedor del debate es la discusión ideológica, la que no apareció en ningún momento. Es evidente que Rajoy está en el radio neoliberal, por las distintas políticas emprendidas que han ido más allá de los recortes. Todo lo que es eficiente económicamente es bueno, y mientras haya libertad para el dinero, lo demás es irrelevante. Más o menos dice esto imbuido por una falsa neutralidad que solo piensa en la eficacia económica. ¿Es eficaz la desigualdad?

Pero, ¿dónde se sitúa Sánchez? Me temo que el PSOE, desde que abandonó el Programa 2000, es decir, la reflexión sobre el papel de la izquierda, anda muy perdido. Porque está muy bien que se aduzca que serán más eficaces, que lucharán contra la corrupción, que defenderán la sanidad y la educación pública, etcétera. Pero eso no es más que intenciones, que si no van acompañadas de una ideología, o al menos de unas orientaciones políticas, pueden perder buena parte de su valor. Porque la realidad social es una jungla, y para poder deambular por ella, la izquierda sigue precisando de una brújula, de un rearme ideológico. Es lo que en realidad aportó Podemos, y que pilló al PSOE con el pie cambiado. En Babia. El partido de Pablo Iglesias, al menos, ha insuflado dicho rearme, aunque lo haya diluido un tanto últimamente en aras a la búsqueda de un voto más amplio. Paradójicamente, este en vez de crecer, parece que ha menguado, según las encuestas.

La cuestión es que si la socialdemocracia no encuentra otros caminos teóricos, en el actual predominio de una visión pragmática, lo que puede acontecer es que también se olviden los principios, su motor ético o aspiración a una sociedad justa.