E l cabeza de lista por Castelló, Miguel Barrachina, trató ayer de mostrase como un ciudadano más, pegado a la realidad del día a día. Arrancó su intervención en el foro Nueva Economía con una anécdota sobre el xic de poble que se desplaza a vivir al Cap i casal para estudiar Derecho; de la primera vez que cogió el 80 y de su confusión al comprobar que el autobús de línea funcionaba diferente a la segorbina. Después de escuchar a un denso Margallo, el cambio de registro fue de agradecer, pero a veces la cercanía puede acabar siendo traicionera.
Barrachina, al que en el PP se le tiene como un brillante político, siguió con otras escenas de la vida cotidiana para acabar contando cómo hace unos días su mujer le «castigó» obligándole a acompañarle de compras por Castelló y describió el topicazo de cómo el y varios maridos coincidieron en la calle cargados de bolsas mientras esperaban, pacientes, a sus respectivas. Habrá gente que la imagen le resulte graciosa (el público rió con ganas) como seguramente les hizo gracia la trasnochada imagen de Bertín Osborne y Mariano Rajoy encantados de su ignorancia por no saber encender una vitrocerámica. En esta campaña, todos los candidatos enarbolan la bandera de la igualdad de género. El voto de las mujeres es muy goloso (no en vano son más de la mitad del electorado y hasta Rajoy acusó a Sánchez en el cara a cara de querer pescar en este caladero), pero parece evidente que hasta a los más modernos les cuesta sacudirse los siglos y siglos de patriarcado y cultura machista. El reto es difícil, pero podrían empezar deconstruyendo la imagen estereotipada de la mujer y evitando su trivialización. Al menos, en público.
