Es la forma verbal que caracteriza el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, que se ha firmado en la capital gala hace unos días. Se refleja varias veces en diecinueve de las cuarenta páginas del documento. Y, según parece, ha sido la clave para que todos los países aceptaran el texto final. Se sustituyó en algunos artículos destacados la forma imperativa (deberán) por esta otra condicional, para evitar el posterior rechazo que algunos gobiernos y parlamentos podrían infringir al acuerdo alcanzado. El tiempo verbal condicional expresa probabilidad futura de llevar a cabo una acción; pero es eso, una probabilidad cuyo cumplimiento depende de la voluntad del actor, en este caso gobierno, que la quiera poner en práctica. Como diríamos coloquialmente, el Acuerdo de París es un documento de buenas intenciones y pocos compromisos reales. Algunos esperábamos un nuevo protocolo de Kioto, actualizado, con medidas más enérgicas y compromisos más duros. Pero parece ser que eso habría supuesto que de nuevo ni los Estados Unidos, ni China, ni la India habrían apoyado este Acuerdo de París. De manera que se ha preferido que estuviesen en el pacto final, aunque eso va a suponer que nunca vayan a cumplir las cláusulas del acuerdo, como seguramente ocurrirá. De manera que estamos, casi, como al principio de la Cumbre de París. Con un grupo de países desarrollados que sobre el papel se han tomado en serio las acciones de mitigación del cambio climático (Unión Europea, Japón) y otros, los mayores emisores de gases de efecto invernadero, que no quieren que el escenario internacional les vuelva a acusar de insolidarios con la salud del medio atmosférico planetario, pero no se plantean poner soluciones reales al problema. El Acuerdo de París apenas va a servir para nada. Fijar un objetivo de subida de temperaturas de dos grados es poco realista a la vista de los compromisos de reducción de emisiones presentados ya por los países. Visto lo visto, hubiera sido mejor una prolongación del protocolo de Kioto, mejorando alguna de sus cláusulas y, sobre todo, eliminando los mercados de compraventa de emisiones, que es una gran perversión de todo este sistema.