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«Mariano, sé fuerte»

Ya tenemos las cifras, el pueblo ha expresado en las urnas sus preferencias. Los partidos que decían que el pueblo (o la gente) tenía que estar representado (como si no lo estuviera ya) no pueden decir lo mismo ahora. Y para fortuna de dos o tres y desencanto de otros (sobre todo, los tres que desaparecen y quedan sin representación, y un partido sin grupo parlamentario) la cosa está clara. No hay tres iguales. El primero (PP) sigue siéndolo, el segundo también (menguado) y juntos suman el 50 % de los votos y 2/3 de los diputados. En el Senado hay más asimetría, el PP tiene mayoría absoluta (desde aquí doy mi enhorabuena a ese superviviente, Agramunt y mi pésame a Albiñana, lo siento).

No creo que haya gobierno de concentración a tres, ni de centro-derecha ni de centro-izquierda, aunque es más posible el primero. Puede haber gobierno en minoría con apoyos externos (al presupuesto, que para este nuevo ejercicio está hecho pero se rectificará, como viene siendo usual). Y eso le cuesta menos a Ciudadanos o al PSOE, a PNV o a otros. Los partidos constitucionalistas tienen amplia mayoría, tres cuartos. Quienes desean cambiarla encontrarán un valladar insuperable si esta legislatura dura dos o cuatro años. Tal vez sea más corta, dependerá de la evolución de la economía y del enfermo catalán. Nadie va a pactar con ERC porque si Pablo Iglesias quiere referéndum es inviable con estos números en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Amén.

Unas elecciones adelantadas no interesan ni al PSOE de Pedro Sánchez ni a Rivera, de Ciudadanos. Parte de sus votos se volatirizarían y el partido no aguantaría la sacudida de las listas o el programa no se mantendría igual, o sería más ficticio por impracticable, irían a la baja, tras el despago, relativo, más en el primero (y justificado) que en el segundo, que correría riesgo de trasvase.

Todo se asentará en dos meses, pero el PP no podrá seguir haciendo la misma política, necesitará consenso y tener cintura para dialogar y consensuar, pero no cederá en rehacer las leyes que ha hecho recientemente en su último de legislatura con mayoría absoluta, sabiendo que los otros no pueden tampoco por sí mismos rehacerlas. Puede mostrarse laxo en su cumplimiento. Puede además poner más becas, más presupuesto en sanidad y en educación, algunas partidas engrosarlas, si la economía, insisto, no decae. Y conceder generosamente compensaciones a las autonomías de quienes les sostengan (la de Sevilla, Susana, es lista).

El continuado bajón de los socialistas valencianos es lógico, nadie tiene pegada, su aprovechamiento mediático es nulo. Están en buena parte caducos y no quieren mirarse al espejo, carecen de autocrítica. Allá ellos, ni escuchaban ni escuchan, así les va. Son una empresa familiar endogámica, con taras.

Por eso le podemos enviar el sms a Rajoy: «Mariano sé fuerte». En España el que aguanta vence, lo decía mi admirado Camilo José Cela, gallego como él, pero genial y con mucha labia (él no). Ha perdido 60 diputados en cuatro años y hace como que «orballa». Qué actorazo, es un característico. Los otros tres son galanes. La novia se les resiste, porque no dan la talla. La Constitución de 1978 aguanta, ya ven.

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