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Imaginemos

Imaginemos que todos los partidos acuerdan acometer la reforma de la Constitución „llegue esa reforma más allá o más acá„ y crean una comisión pluripartidaria para negociarla. Horizonte de ese trabajo: en torno a año y medio. Imaginemos que a la vez todos los partidos acuerdan formar otra comisión para negociar el modo de compatibilizar las recetas de la Unión Europea para el crecimiento económico „premisa para seguir creando empleo„ con el sostenimiento a largo plazo del Estado del Bienestar (estilo Pactos de la Moncloa). Horizonte de trabajo: en torno a seis meses. Imaginemos que, en ese marco de voluntades de principio, algunos de los partidos llegan a acuerdos para asegurar una efectiva gobernabilidad, que, siendo realistas, debería nuclearse en torno a la lista más votada. Horizonte: un mes. Imaginemos, por tanto, que en España volviesen a convivir imaginación y sentido común.

Memoria corta. Hace no tanto, el sistema español estaba al borde del colapso, con la calle desbordada por la indignación ante los recortes, la marea independentista subiendo imparable, las instituciones deslegitimadas por la corrupción y la falta de credibilidad, la monarquía tambaleándose, los buitres de los mercados sacándonos las tripas, la economía sin levantar cabeza y el paro creciendo. ¿Ya no nos acordamos? Hoy la calle ha entrado en las instituciones y les dará otra vida, la hoja de ruta independentista se desdibuja, la monarquía se ha rehabilitado, la confianza internacional está restaurada, el PIB crece y el paro cede algo. Bueno, tenemos los problemas de gobernabilidad de cualquier país plural de nuestro entorno, pero, caramba, la catástrofe de la que tan cerca estuvimos ha quedado atrás, y en lugar de pensar que el electorado nos ha metido en un lío podríamos celebrar la vuelta a la vida.

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