El pasado martes, día 22 de diciembre, a las 5:48 am, hora oficial peninsular, comenzó el invierno. Estará con nosotros a lo largo de 89 días y 23 horas, hasta el día 20 de marzo, fecha del equinoccio de primavera. Antes llegó el anticiclón. Con el invierno disminuyen las temperaturas y el denso aire frío inhibe cualquier movimiento ascendente y la opción de precipitaciones. Así se advierte especialmente en los grandes continentes, lejos del influjo marino para suavizar las temperaturas. En el Norte de Canadá, Baker Lake marca la temperatura más baja del continente con -36ºC. Otros puntos como Eureka, Whitehorse, Pond Inlet, Inuvik o, ya en Alaska, Fairbanks caen también por debajo de los -30ºC. El asunto está más crudo y gélido en Asia, el mayor continente de la Tierra. Aquí el efecto de un continente macizo y de barreras orográficas es mayor. Y frecuentemente el mar más próximo está helado, con lo que el efecto suavizador, consecuencia de la inercia térmica del agua no actúa. Verkhoyansk «disfruta» de -50ºC, Yakutsk, -46ºC y Chita, -41ºC. En Europa, al final y al cabo, una península soldada a Asia en la cicatriz de los Urales, las condiciones son más bonancibles y las mínimas se quedan en la rusa Syktyvkar con -17ºC. En Longyearbyen, en el noruego archipiélago de las Svalbard, con -15ºC incluso está lloviendo. Europa tiene mares siempre cerca y la deriva nordatlántica transporta agua cálida desde el trópico, creando el mayor contraste térmico latitudinal del planeta. En estas condiciones, en el hemisferio invernal, a los anticiclones subtropicales, retirados a sus cuarteles de invierno, se les unen los térmicos continentales estacionales, dando una dorsal de altas presiones que rodea el planeta, apenas horadada por unas contadas borrascas.