Como en otros sitios se apuesta por la negociación aquí se provoca el pánico. Esa es la respuesta de los patriotas del Ibex 35 con una bajada especulativa del 3,6 % en bolsa, el pasado día 21, para escenificar su respuesta a los resultados del 20D. En la Comunitat Valenciana ha eclosionado un país con política, donde se inicia un nuevo recorrido. Sin embargo, en el resto de España los protagonistas y los vectores políticos valencianos siguen siendo desconocidos. Se ignora la peculiaridad del pacto Compromís-Podemos adjudicatario de 9 diputados y del 25 % de los votos. Las fuerzas centrípetas que llevan a que la política española se cueza en la capital del Estado, siguen marcando las coordenadas de comentaristas, cadenas de radio, conductores de programas, emisoras de televisión y tertulianos „parte de un fenómeno político„ a subestimar el peso específico de los 32 diputados y 12 senadores que aporta la Comunitat Valenciana a las Cortes españolas. La caída a 7 diputados del PSOE de Pedro Sánchez en las circunscripciones de Alicante, Castellón y Valencia, abre una brecha en la socialdemocracia de estas provincias. El feudo lermista de Ximo Puig sufre tras las etapas decadentes de Joan Ignasi Pla y Jorge Alarte.

No se puede confraternizar en la Autoridad Portuaria de Valencia, en cuyo consejo de administración repiten los mismos consejeros nombrados por Alberto Fabra, ahora designados por el president Ximo Puig. ¿Qué intereses prevalecen en los puertos de Valencia, Sagunt y Gandia, los de los usuarios, los del Ministerio de Fomento „del que dependen„, los de la economía valenciana, los de los grupos portuarios de presión? No se ha despedido „stricto sensu„ al exdiputado del PP Vicente Martínez Pujalte de la Cámara de Comercio de Valencia, porque se ha llegado a un acuerdo de indemnización de 71.000 euros y no se ha quedado en la institución porque no le ha interesado. Sí que hubo un Expediente de Regulación de Empleo ilegal en la Cámara en marzo de 1996, durante la presidencia de Arturo Virosque, con visos de prevaricación, porque el director territorial de Trabajo de Valencia advirtió de su ilegalidad. Se negó a firmar el ERE, de intencionalidad ideológica, que fue finalmente aprobado por José Luis Colvée, director general de Trabajo de la Generalitat Valenciana de Eduardo Zaplana. Así lo reconocieron las sucesivas sentencias, que obligaron a la readmisión de los despedidos y establecieron jurisprudencia. Colvée fue premiado el año 2000, con la dirección del Consejo de Cámaras de Comercio de la Comunitat Valenciana.

Los valencianos son ninguneados y preteridos porque nadie logra fijar su imagen. Difícilmente podremos ser valorados cuando nuestras entidades financieras han sido barridas y adjudicadas a Bankia, a Caixabank o al Banco de Sabadell. No afecta que a pesar de figurar entre las zonas donde la corrupción contribuye al descrédito del territorio con mayor virulencia, el PP, máximo responsable de la corrupción y beneficiario de sus réditos, haya sido el partido más votado el 20D con resultado de 11 diputados.

La falta de visibilidad y de peso específico de la Comunitat Valenciana tiene una trayectoria y unos motivos claros. Se repite el desvío de responsabilidades entre los agentes políticos, económicos y sociales. Nadie asume que la Comunitat Valenciana ha fallado en su proyección exterior. Es un fracaso conjunto. Hace poco más de un año el Consell del PP, encabezado por Alberto Fabra, lanzó una propuesta para rehabilitar lo que llamaba la «sociedad civil» ante los retos que existían y los que se veían venir. No hay nada más negativo que la frustración de un pueblo ante el comportamiento errático de sus dirigentes. Han fallado los protagonistas, las formaciones políticas, las entidades económico-empresariales, sumidas en la incertidumbre e incapaces de formular un diagnóstico eficaz, al igual que las instituciones culturales y los agentes sociales.

No es posible poner en marcha un plan de actuación conjunto si fallan los actores, los fundamentos y si quienes tienen la misión de liderarlo,carecen del perfil adecuado. Desde la hipocresía, el cinismo y la incapacidad es imposible llegar a buen puerto. Esta es la causa del cambio que se está produciendo en la sociedad, decepcionada ante su constante fracaso y cansada de escuchar propuestas vacías por parte de quienes, agotadas sus oportunidades, han de dejar paso a otros interlocutores, en la transformación generacional. Estos movimientos sociales acaban siendo inevitables. Reconocerlos y aceptarlos es un síntoma de inteligencia. Se impulsan por quienes detentan poder o se consolidan, a su pesar y por encima de ellos, tal como está ocurriendo en la Comunitat Valenciana.