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Indecencia de Adif en la Comunitat

Aquellos que leyeron la cuidada información de Jordi Ruiz publicada el pasado jueves en Levante-EMV sabrán que los trabajos que tenían que entregarse el pasado día 14 del tercer hilo del mal llamado «AVE Castelló-Valencia», con mucha suerte van a funcionar el mes de abril de 2016. A nadie se le escapa que situar el 14 de diciembre como fecha de terminación de esta obra fue una elección hecha con la única intención de que coincidiera con la semana previa a las elecciones generales del día 20.

Ser decente equivale a ser honesto (no tratar de engañar, cumplir con la obligación a pesar de las dificultades que ello suponga), ser modesto (no prometer ni intentar hacer lo que no puede) y ser moderado (atener a la realidad y a lo racional). El término indecente se ha hecho popular estas últimas semanas y no es el momento de discutir lo acertado o no de su aplicación a Mariano Rajoy, pero si predicable a la forma de proceder de ADIF (Administrador de Infraestructuras Ferroviarias) en la Comunitat Valenciana.

En el episodio que nos ocupa se puede predicar indecencia política de los responsables políticos de Fomento e indecencia técnica de buena parte de los ingenieros ADIF por haber asegurado que en dos meses se iban a hacer las obras del llamado tercer hilo entre Castelló y Valencia. Todos los involucrados, desde los altos cargos ministeriales hasta los ingenieros con mando en plaza valenciana, sabían que no era posible la obra en este plazo sin parar el servicio ferroviario entre las dos ciudades y por extensión entre la segunda y tercera capitales de España. Como el empeño no merecía este impacto y se dejaron llevar por la indecencia, la consecuencia es que durante no se sabe cuánto tiempo sufriremos una obra más virtual que técnicamente solvente. Ha pasado el 14 de diciembre y la obra está en mantillas.

l episodio que estamos viviendo a cargo de Fomento y ADIF, para nuestra desgracia y desconsideración, no ha sido una equivocación técnica, ni un error de cálculo; simplemente ha ocurrido aquello que era previsible por parte de todos lo que conocían la dificultad de lo que se quiere construir. Los políticos prometieron y dieron un indecoroso «¡hágase, antes de las elecciones!» y los técnicos en pleno babosismo pelota de funcionario en ejercicio, no tuvieron el valor de decir la verdad. Simularon ejecutar lo que su propio conocimiento de ingenieros apuntaba como infectable en este período por la incertidumbre que la novedad del tercer hilo suponía y supone. El resultado, una indecencia que han pagado, pagan y pagarán durante no se sabe cuánto tiempo 15.000 usuarios habituales de cercanías los días laborables y todos aquellos que deciden usar el Euromed para ir y venir de Barcelona.

Se está haciendo una instalación sobre la cual no hay experiencia, ni siquiera protocolos ejecutados y debidamente certificados, y ello meses después del desastre del AVE de Santiago de Compostela. Un recorrido o una estación no existen por el mero hecho de que sobre ellas transcurran trenes más o menos rápidos, sino por una serie de mecanismos de control que garantizan su seguridad, como bien saben los familiares de los muertos de la curva de Angrois que creían que viajaban en AVE.

Se pidió a los usuarios un sacrificio de dos meses mientras se desarrollaban las obras del mítico tercer hilo entre Valencia y Castelló, los servicios diarios pasaron de 25 a 40, se alargó el tiempo de los trenes con Barcelona. Los responsables técnicos de estas obras fueron indecentes aceptando el encargo en estas condiciones, como lo fueron los políticos de Fomento prometiéndolo a los valencianos. ADIF en estos momentos no tiene comprobados y certificados los accesos con el tercer hilo a las estaciones, ni recibidos los sistemas de control que se supone se comprometió a proporcionar una conocida multinacional alemana del sector, ni le llegan los materiales para el balastro sobre el que fijar las nuevas vías, incluso se ha dicho a las empresas subcontratadas que dejen de emitir certificaciones de obras, lo que es el reconocimiento oficial de un fallo en la planificación en el mejor de los casos; en el peor, pone de manifiesto una falta de fondos.

Este tipo de indecencias cuenta con el silencio de todos aquellos que deberían haber estado interesados en un desarrollo razonable de la obra. Renfe como operador esta siendo infiel con sus usuarios aunque dócil con el ministerio que a fin de cuentas nombra tanto a sus responsables como a los directivos de ADIF; a la conselleria del ramo de la GV que aunque en efecto la obra no es cosa suya, parece que una línea Valencia-Castelló le merezca el mismo interés que Shanghái-Pekín (por decir algo); a los empresarios que tanto interés tuvieron en hacerse una foto de madrugada con la ministra para ver, sin enterarse, como «avanzaban» las obras del Corredor Mediterráneo; al Ayuntamiento de Castelló, para el cual este supuesto AVE a Madrid era tan básico como en su momento calificaron a su aeropuerto.

Perdón por el ejercicio de intentar no dejar títere con cabeza, pero a los títeres no se les puede pedir responsabilidad. Si no hubiera habido el buen trabajo de un periodista todavía estaríamos entre la inopia y el cabreo, ya que nadie ha tenido la dignidad de dar alguna explicación decente. Esta operación ferroviaria tuvo mucho de farsa, el ministerio tenía que hacer lago y los técnicos tuvieron la indignidad de poner letra de ingeniería a la falaz música de los políticos, mientras las fuerzas vivas valencianas disfrutaban de esta especie se orgasmo colectivo que les supone el anuncio de cualquier obra, aunque sus plazos y presupuestos sean propios de ensoñaciones mas reparadoras.

El AVE Castelló-Madrid es una ilusión provinciana mientras los trenes tengan que seguir rebotando en la estación Joaquín Sorolla de Valencia y mientras los nuevos se piensan si va a haber un corredor mediterráneo que sea algo más que el dibujo en un power point. Al menos, intentemos recuperar unas cercanías Valencia-Castelló como antes y una comunicación Valencia- Barcelona que tarde menos de tres horas. En efecto, toda situación mala puede empeorar, especialmente si se deja a cargo de cabezas que pueden propender a la indecencia.

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