Estábamos en tinieblas „«com és llarg d´esperar un alçament de llum en la tenebra"», canta Raimon a Espriu, en el Homenatge a Salvat-Papasseit„ y parece que un rayo de luz se abre paso tras el resultado de las recientes elecciones generales. El rayo es débil, confuso todavía, pero recoge las aspiraciones de gran número de los votantes que demandan una mayor comprensión del poder político sobre las necesidades de los ciudadanos y de las aspiraciones de los pueblos de España.

Hace unos meses recogía, en un artículo que analizaba las elecciones europeas, unas palabras de Benedetti: «Tengo un mañana que es mío, y un mañana que es de todos; el mío acaba mañana, pero sobrevive el otro». Hoy, tras las recientes elecciones generales, un mañana ya acabó, pero otro sobrevive, aún con dificultades. Las dificultades propias de enfrentarse, desde la marginalidad, a las opciones poderosas, cuando no supieron adaptarse al cambio. Nada sucede por casualidad, ni los resultados en Francia, ni en Cataluña, ni, naturalmente, en España.

Las convocatorias del 15M expresaban una voluntad de participación, que no se supo ver. Sus participantes fueron descalificados, sin querer apreciar que eran la consecuencia lógica de un sistema que limita los cambios a aquellos que no suponen ningún cambio. Y estos jóvenes „y otros, no tan jóvenes„ no son antisistema, como pregonan determinados medios de comunicación, sino que están a favor de otro sistema.

Stéphane Hessel ya lo había anunciado. En Occidente, la indignación se estaba generalizando ante el desfase, cada vez mayor entre los que más reciben „en Dénia, una pintada en la montaña advertía: «algunos tenéis demasiado»„ y los que más necesitan. El índice de pobreza del Instituto Nacional de Estadística, muestra a las miles de familias que carecen de lo imprescindible para sobrevivir. Los políticos se habían desentendido, verdaderamente, del problema, y hoy las negociaciones para formar gobierno en Cataluña y España sitúan en primer lugar las necesidades sociales. Y también el tema nacional.

La política debe servir para algo. Diríamos, para mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, y de sus hijos, y de las generaciones venideras, y para situar las relaciones entre los pueblos de España en condiciones de aceptación. Y no para asegurar a los políticos un futuro confortable en escaños bien remunerados, con recolocaciones posteriores, en recompensa de favores anteriores. Las cosas no volverán a ser como antes. Los acontecimientos vividos condicionan el futuro. El propio sistema debe aceptar que los tiempos han cambiado, y que las condiciones actuales son inadmisibles.

Nadie tiene que sufrir para que otros vivan mejor. Todos debemos vivir de acuerdo con las posibilidades del conjunto del tejido social, sin que ello suponga limitar la capacidad de iniciativa de cada uno de los ciudadanos. El éxito está en cómo hacerlo. Los políticos que se instalen en el mañana de todos, serán los primeros en comprobarlo.