Antonio Baños, el líder de la CUP, parece el guionista de Sopa de ganso. Artur Mas, desde luego, es la dama desairada, desesperada por los desplantes de un Groucho Marx desinhibido. Pero no debe preocuparse. Pronto entrará en escena esa parte de «si no le gustan mis principios, tengo otros». Al menos sabemos que, finalmente, la dama se podrá dar el beso final con el veleidoso galán, con toda la pasión. La única advertencia: que no se le quede el bigote pintado. Nadie piense otra cosa. Se trata de un guion. En el camarote del domingo se dio un empate milimétrico, el justo para que en el pequeño comité del día dos de enero el Niño le traiga a Mas su regalo. En todo caso, Baños no va a permitir que su dama desaparezca. No va a encontrar otra más paciente y rica de la que burlarse.

Hay sadismo en las CUP, desde luego. A ellas no les afecta que la democracia parlamentaria se vaya al cuerno. No es la suya. Así que siguen el juego. Algo no olvidan. El bloqueo del Parlament de hace unos años, las cargas policiales entre el humo de los gases, las denuncias protagonizadas por el partido de Mas, la solicitud de máximas condenas a los activistas frente a los tribunales españoles. Si alguien ignora que esta larga tortura de Mas es la otra cara de aquellos actos y sucesos, entonces no entiende nada de lo que pasa en Cataluña. Pero al menos no se puede negar que todos los actores aprenden algo en la nueva circunstancia histórica. La burguesía catalana ha aprendido, al menos mientras viva Pujol, que no puede repetir el error histórico de 1923 y de 1936: por fuerte que sea el anarquismo catalán, esta vez no llamará al Estado español en busca de protección. Por duro que sea, no habrá enemigo interior entre los independentistas. Los anarquistas, por su parte, han aprendido nuevas formas de crueldad, como sólo los hijos de los charnegos podían inventar. Ellos han crecido con el doble odio a la España de Franco y de la burguesía catalana. Ahora gozan de la adecuada venganza histórica y se les ve llenos de gozo. Humillan a los dos objetos de su odio. No van a abandonar la pieza ahora que parece indefensa.

Baños quiere de Mas solo la carne. Y con ella jugará, como juega el gato con el ratón desorientado. O con el escorpión. Lo que pase luego, dependerá de la capacidad de vengarse que tenga Mas, no de su resentimiento, que debe ser casi igual de infinito que su paciencia. Eso significa que no lo hemos visto todo. Por el momento, Benito Cereno tiene que simular todavía que es el capitán del barco. Pero ¡ay de los enemigos si llega el día en que pueda saltar a tierra firme! Dispuesto a ello se le vio cuando analizaba el discurso del rey, al menos si se lo compara con las declaraciones del nuevo y joven talento parlamentario de ERC para la ocasión, un dechado de finura intelectual. La pregunta decisiva „¿para qué quiere Mas el poder en estas condiciones?„ sólo puede tener una respuesta. Para resarcirse tan pronto le sea posible en su doble o triple odio, a España, a Baños y, por lo que parece, a la vieja CiU. Si cree que Baños lo ignora, es que no conoce la superioridad juguetona de su rival.

¿Desde qué principio democrático podríamos reconciliarnos con estos hechos? Tendríamos que regresar al juicio de Sócrates en la asamblea ateniense para imaginar un escenario parecido. No hay límite a la analogía. Sócrates, el único que al parecer creía en la ley ateniense, es aquí la centenaria institución de la Generalitat catalana, la gloriosa institución misma, que saldrá herida de muerte de estos hechos.

Desgraciadamente, el descarrío de tantos, comenzando por el señor Heidegger, nos ha hecho creer que todo en la historia es reversible y, antes que todo, las confusas y lejanas realidades asamblearias griegas. Así, todavía hay por ahí desnortados por las simplezas históricas de Hanah Arendt, que creen que aquel gremio de guerreros despiadados que era la polis griega, constituye un modelo para algo. En realidad, laz CUP ha escenificado una verdad que ya lo era en tiempos de Pericles: que la asamblea sólo sirve para esconder las responsabilidades de los pequeños grupos secretos. Ahora Baños podrá llevar a cabo lo que deseaba, apoyar a Mas, pero de la forma en que quería: sin que sea él quien tome la decisión. La autoanulación de la asamblea permite que se acepte la resolución del consejo político de las CUP, que fue quien diseñó todo el proceso asambleario para que la asamblea hiciera inoperante la asamblea.

¿No es genial? Lo es, pero los que se ríen de las peculiaridades de los layetanos e ilergetes, deberían pensarlo mejor. No hay ninguna garantía de que las demás tribus hispánicas no muestren tendencias semejantes. Con su candor habitual, los líderes de ERC lo dijeron al día siguiente de las elecciones del 20D, sin darse cuenta de que confesaban profunda hispanidad. Los problemas de gobernabilidad de Cataluña serán ahora los mismos que los problemas de gobernabilidad de España. Eso es lo que dijeron. Y están en lo cierto. ¿Y si de todo esto se siguiera que ya estamos en sociedades que no necesitan gobierno? Quizá de todo esto lo único reversible respecto de la antigüedad sea otra cosa. En esta gran saturnal en la que vivimos, algunos pensarán que podemos humillar a los poderes políticos porque en el fondo ya no son necesarios. Todo funciona igual que antes, pero sin ellos. ¿Y si finalmente no fueran útiles salvo para el escarnio público? En realidad, hasta ahora solo hemos visto que sepan de verdad hacer una cosa: forrarse. ¿No es una tentación tenerlos así, descubiertos, vigilados, vejados, impotentes, toda vez que sabemos que son obedientes a realidades respecto de las cuales no tenemos poder alguno? ¿Por fin todos personajes de la broma quijotesca de la Ínsula Barataria?

Cervantes ya era el fundador del anarquismo español para Ángel Ganivet. ¿Y si fuera verdad? ¿Y si quisiéramos darnos el gusto aristocrático de ver al gobernador de la ínsula hispana humillado, sentado en la poltrona del poder, pero sin poder llevarse a la boca ni uno solo de los platos que le ofrece su posición? Esta tortura me parece propia del ingenioso Baños y no hay que excluir que por eso tenga tantos simpatizantes entre su viejo pueblo de origen. Entre ellos, el mismísimo Rajoy. Si hay alguien parecido a Sancho, ese es él. Como él, se ha sentado cuatro años al frente de la Barataria con todos los poderes y no ha podido hacer nada. Ya confesaba maneras cuando le dijo a Bárcenas que aguantase. Así en todo. Rajoy tuvo la misma palabra para España, para su partido, para la corrupción, para la ley electoral, para los parados, para los emigrantes, para todo. «Aguanta Luis» ha sido su única consigna y, por lo que sabemos, lo sigue siendo. Fiel a la leyenda de los reyes cósmicos impotentes, se ha mantenido firme en la poltrona para no desestabilizar al universo con sus repentes.

Y es verdad. Rajoy es un incomprendido. En realidad, es un Baños de la generación anterior, al estilo franquista. Pero su desprecio por la política institucional es el mismo. Si le pintamos de negro el bigote, su gesto también recuerda al de Groucho Marx. Con el discurso aquel de los alcaldes y los vecinos, desde luego lo superó. Ahora nos propone la broma más refinada de todas. Pide la abstención de todos para que él se siga absteniendo de todo. Al reino de los cielos por el quietismo, esa es la propuesta de este místico gallego, molinista y comodón. Fiel a sí mismo hasta el final, arquetipo del principio de inercia, ya ha dicho que se piensa presentar de nuevo a liderar el PP. La única palabra de su vocabulario político no podía ser otra: estabilidad. En sus labios suena como una ironía parecida al de aquel tabernero que escribió en el escudo de su local «hacia la paz perpetua», rótulo que abrazaba la premonitoria imagen de un cementerio.

Todo esto es un poco lamentable, pero como vemos, la literatura, que conoce la naturaleza humana, nos enseña que no es inaudito. En realidad, hay algo de justicia en este asunto. Tomarlos a broma es la respuesta que se merecen los políticos de este país. La otra vez nos los tomamos en serio y nos llevaron a una guerra civil. Así que pongámonos a su altura y seamos un poco payasos. Estamos en las saturnales, la fiesta del padre Cronos, el que alberga en su seno todos los misterios del tiempo, la última huella de la edad de oro de la humanidad, cuando no había ni mando ni obediencia, ni ricos ni pobres, ni libres ni esclavos. Baños, último sacerdote de Saturno, ¡conduce la ceremonia!. Sánchez, relaja el ceño, distiende la órbita ocular, cobíjate en el seno poderoso de la benevolente madre Susana, entrégate con cuidado a la orgía saturnal de los varones, danza en el dionisíaco baile de la muerte. Rajoy, ensaya de nuevo los discursos de Pepe Isbert hasta cansarte y cansarnos. Iglesias, córtate la coleta y pruébate el traje. Aprovecha ahora que estamos en este gran carnaval para disfrazarte de presidente. Rivera, desmiente a Monedero y demuestra que la tuya es una alegría natural, sin productos químicos. Albiol, sonríe, aunque te cueste trabajo subir la sonrisa del corazón al rostro. Iceta, baila con Leonard Cohen hasta el fin del amor. Y tú, González, mi héroe preferido, muéstrate de nuevo con la púrpura de césar y llévanos de nuevo al paraíso del origen que tú mismo destruiste. Carmena, sal a las calles con la balanza de la justicia cósmica y llena los palacios de pobres, y Aguirre, lleva a todos los sin techo de Madrid a tu dulce hogar y haz que Aznar les sirva la sopa con amabilidad. Arrimadas, haz honor a tu nombre, y cantonéate con garbo para demostrar al mundo por qué Rosa Diaz no es nuestra preferida. Bebamos y comamos en este trance. Antes de que suba el telón y podamos leer las ominosas letras: «Nunc incipit tragoedia».