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El desconcierto

La música puede enseñarnos que hay una Europa mejor». El director de la Filarmónica de Viena no fue en esta ocasión ni Maazel ni Mehta, sino el letón Mariss Jansons, que habiendo estado al frente de las mejores orquestas del mundo tampoco es moco de pavo y cuya afirmación, en víspera del arranque de 2016, tiene más valor que en boca de otros si cabe puesto que su familia sufrió de pleno el horror nazi y a él le cayó encima el estalinismo para ponérselo muy difícil a la hora de zafarse del imperio y de ahí que arrancara la sesión con la Marcha de las Naciones Unidas porque, tal como pinta el viejo continente en la actualidad, tampoco le viene mal una especie de cielo protector aunque sea el que comanda Ban Ki-moon.

¡Ay, Europa!, que por lo único que se ha preocupado ha sido por fortalecer la moneda y, sin embargo, la sala Dorada del edificio de la capital austriaca sobresale por el predominio asiático en los sitios de preferencia, con notable presencia de kimonos y de geishas, sin contar a Pantaleón al que la suya lo lleva de acá para allá, batuta en mano. Alguna vez he tenido la tentación de cazar un par de entradas y mi interné ha echado humo debido al precio y a la dificultad de acceder a ellas. Esto significa que hay múltiples europas, un solo Japón, una China -bueno dos contando a Isabel-, otra Corea del Sur y que, aunque haya a quien moleste, todavía hay clases sociales.

De hecho el año que precede al bisiesto se ha ido con los daneses hablando de confiscar a los refugiados sus pertenencias hasta que éstos puedan hacerse cargo de ellas. Qué gran detalle de los más avanzados de entre nosotros para dejar claro eso, que el euro es el euro. Así que por la tarde me acerqué al concierto de Año Nuevo protagonizado por una orquesta moldava. Sí, el segundo del día y, tal como anda Europa, quizá sean pocos.

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