El Diccionario de la Real Academia Española define nepotismo como la «desmedida preferencia que algunos dan a sus parientes para las concesiones o empleos públicos», y aunque en estricta legalidad no podía aplicarse al nombramiento del marido de la consellera de Sanidad como gerente de la empresa pública Egevasa, puesto que cumplía la legalidad y formalmente no había sido designado por ella, no cabe duda de que nos encontrábamos en ese terreno de lo antiestético que dibujó a la perfección Mónica Oltra.

En escasos seis meses la responsable de la cartera de la sanidad valenciana se ha visto envuelta en dos escándalos relacionados con el nombramiento de cargos públicos. El primero tuvo lugar el pasado mes de septiembre, cuando designó como gerente del hospital La Fe de Valencia a una senadora del PSC, tras un polémico proceso de selección y que ha acabado en los tribunales. Ahora, unos pocos meses después, Egevasa aceptaba el nombramiento de su marido, impuesto a través de una Diputación de Valencia controlada por los socialistas y sin ningún tipo de experiencia en el sector del agua. Resultaba tan chirriante y había levantado tanta polvareda mediática que Alberto Hernández se ha visto obligado a rechazar el cargo poco tiempo más tarde.

Pablo Echenique afirmaba hace unos meses que enchufismo debía aplicarse a las personas que no tienen capacidades para llevar las labores con solvencia en beneficio de la ciudadanía, y en el caso concreto de la consellera Montón y su marido, no tengo claro si ha sido una cosa u otra, pero antiestético, evidentemente sí. Los ciudadanos estamos cansados de la corrupción, de los sobres, de las puertas giratorias, del enchufismo y del nepotismo, donde determinadas personas creen que los partidos políticos son la mejor oficina de empleo que existe. Estoy convencido de que la vicepresidenta del Consell habrá visto como noticias tan importantes como la supresión del copago farmacéutico, el compromiso por cumplir los plazos en dependencia o las facturas escondidas por el anterior gobierno, han pasado casi de puntillas en la actualidad política, solapadas por este polémico tema. A partir de ahí, no parece suficiente con decir que «no valoro nombramientos de otras administraciones» o rechazos a posteriori, y lo que cabe analizar es si la reacción de los firmantes del Acuerdo del Botánico ha sido todo lo contundente que esperaba la sociedad, y además, si esa hoja de ruta marcada por los partidos que sostienen el actual gobierno valenciano tiene fijados mecanismos de control y qué consecuencias conlleva su incumplimiento.