Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El asalto al cielo de Podemos

DDe Juego de Tronos a Gramsci, los jóvenes conspicuos que aprendieron a pensar, vivir y seducir en las aulas y asambleas de la Complutense se encontraron con las contingencias de cara. Como tantos otros, vivían enfebrecidos por las ansias juveniles de una revolución justiciera. La mayoría vivaqueaba cómodamente, eso sí, en las casas paternas de clase media.

Durante años, los jóvenes que ponían paraetas en las calles de grandes ciudades vendiendo posters del Che Guevara o camisetas de Karl Marx mientras repartían pasquines anticapitalistas parecían formar parte del decorado, junto a artesanos hippies y subsaharianos del avío dispuesto con relojes y películas falsificadas. Aquí ni siquiera prendían las causas irredentas del pueblo kurdo o armenio, si acaso la morada saharaui, cuyo testimonio tanto gusta al comprometido Javier Bardem.

A la izquierda del espectro político español nada inquietaban aquellos restos del naufragio marxista-leninista, aquellos pecados de juventud, aquel izquierdismo que florecía cual enfermedad «infantil del comunismo». No inquietaban a Izquierda Unida, mucho menos al PSOE. Las borrascas, sin embargo, empezaron a otearse por el horizonte.

Primero fue la necesidad socialista de dar vida a los nacionalismos de izquierda para sumar mayorías frente al omnímodo PP de finales de los 90, alumbrando los tripartitos. Más tarde el 15-M, un remake entre Mayo del 68 y Juan Nadie de Frank Capra, del que «tantas lecciones debemos extraer» según dijeron Rodríguez Zapatero y Carmen Chacón -con su ínclito marido y gran demiurgo Miguel Barroso, ex de Diario de Valencia. Y la estratégica jugada de este último para liquidar a El País y sus tentáculos como única referencia mediática del PSOE, dando lugar a otros periódicos pero, sobre todo, propiciando la natividad de La Sexta, una telebasura de izquierdas que iba a oponerse a la telebasura de derechas en manos de Intereconomía. Empezaba la gota fría del tertulianismo político en televisión.

La lluvia no amainaba y entonces quebró Leman Brothers, el banco que nunca iba a quebrar. Efectos del post15-M, en España los jueces empezaron a actuar y los telediarios a regodearse con las noticias sobre la corrupción. (Este periódico lo hizo años antes y nadie se inmutó, cuestión de coyunturas). Durante un crítico periodo, los informativos del país siempre abrían con la noticia de un asunto de corrupción y, a renglón seguido, daban un nuevo desastre empresarial, un cierre o un fraude, un pufo de la patronal o el despido masivo de no sé cuántos mil. Apocalypsis now.

En el vórtice de la tormenta perfecta, un cazatalentos descubrió en una tv local subalterna a un grupo de jóvenes airados que debatían con punch. Malamente financiados por extravagantes países opuestos a la hegemonía occidental, la Venezuela de los conmilitones y el Irán de los ayatolás nada menos, su líder, de pegadizo nombre, joven, leído y osado saltó de La Tuerka a La Sexta con un argumento de muchísima pegada: la casta. El resto ya lo saben más o menos porque ha sido bastante público.

Ese grupo que comanda Pablo Iglesias se ha transformado en un potente partido político que ya reparte poder y salarios entre más de mil cuadros y que aspira, de momento, a ir tomando más cuotas institucionales y a desplazar al PSOE en la hegemonía de la izquierda. Después de un gran momento „hace diez meses las encuestas le daban claramente la segunda posición política a pocos pasos del PP„, padecieron una oleada crítica. Los focos deslumbraron sus interioridades. Tanto que la presión política y mediática se cobró sus dos primeras víctimas: Juan Carlos Monedero, el hombre que ingresaba de Caracas, y Tania Sánchez, la atractiva pareja del líder con los pies de barro en las contratas de Izquierda Unida en su pueblo.

La suerte, sin embargo, le ha sido favorable de nuevo. Cuando peor estaban y más caían en las prospecciones demoscópicas, apretando las filas del poder para que el exceso de asambleísmo no diera al traste con el control del núcleo fundacional „Iglesias, Errejón, Germán Cano, Bescansa€„, aireadas sus primeras fisuras internas€ El invento de las candidaturas populares tuvo un éxito inesperado tanto en Madrid como en Barcelona: suficiente para que la notoriedad mediática levantara la moral de toda la tropa.

Todo ello mientras en Internet circula desde hace dos años una larga conferencia de Pablo Iglesias en una facultad gallega. Allí aclara con nitidez que no quiere saber nada de los nacionalismos periféricos españoles. Iglesias, y con él Podemos, es un fenómeno inicialmente madrileño, una especie de sabinismo politizado „de Joaquín Sabina„. La cuestión nacionalista representaba una molestia: había que pasarla de puntillas. Esa era la idea entonces.

A los dos años la relación de conveniencia política de Podemos con las Mareas gallegas, con la izquierda catalana de Joan Herrera, con la valenciana de Pasqual Mollà y Mónica Oltra han ido troquelando una distinta visión periférica. En un inquietante artículo de hace pocos días, Raúl del Pozo culpa a Enric Juliana de la nueva estrategia plurinacional de Podemos. Ciertamente, Juliana ha acudido varias veces a La Tuerka, ha hablado bien de los jóvenes gramscianos podemitas en sus leídas columnas de La Vanguardia, comparte con ellos la cultura política a la italiana. Si non è vera, è ben trovata la razón novelesca entre Juliana y el think tank de Podemos.Lo cierto es que estos jóvenes activistas despabilados son capaces de encerrarse en una biblioteca y darle la vuelta a cualquier argumento, de proponer nuevos conceptos para marcar la agenda política: de la casta al turno, del compromiso histórico a la plurinación€ No paran. Son capaces, incluso, de entenderse con el PP. Todo lo contrario que el PSOE. La diferencia entre unos y otros es ahora mismo decisiva. Mientras Podemos tiene claro que la acción política actual se lleva a cabo en los medios, con inmediatez, controlando las redes sociales, generando ideas sencillas y pegadizas, en el PSOE siguen creyendo que la política es un juego de equilibrios y estrategias en el seno de su propio partido, una especie de gran asociación donde cada movimiento es como un tratado de ajedrez, demasiado sólido, en espera del reparto.

Compartir el artículo

stats