Si algo ha quedado claro tras las pasadas elecciones generales es que, en este país, la política ya no es cosa de dos. El 20D inaugura un escenario en el cual hay un protagonista indiscutible, la ciudadanía. En el partido socialista han vivido convencidos de que beber las mieles del poder era cuestión de tiempo. Dicho convencimiento es consecuencia del sistema de turnos „mal llamado bipartidismo„ que ha caracterizado las últimas décadas. Aunque no es para menos. Garantes de formar parte de un partido que cuenta con casi ciento cuarenta años de historia. Protagonista, en primera persona, de la modernización y transformación de este país. Responsable de las grandes conquistas en derechos civiles y sociales. Con estos mimbres es muy difícil no creer que es posible gobernar hasta por castigo.

Sin embargo, el que fuera el partido más importante de nuestra joven democracia, se desvanece viendo como le pasan por la derecha, por el centro y por la izquierda. Víctima de su propia rendición frente a los dictados del neoliberalismo económico, se muestra cada vez más incapaz de encontrar ese norte que, nunca debería haber perdido. El PSOE necesita hacer un ejercicio de autocrítica muy, pero que muy serio. Con la actual coyuntura política y social, solo podría salvarle, probablemente, una refundación. Si cae en la trampa de buscar culpables externos, seguirá profundizando en la herida. Ni La Sexta, ni Podemos, tienen la culpa de lo que le pasa al partido socialista. El único responsable de la situación, en este caso, es uno mismo.

Necesita un rearme ideológico, volver a los postulados de la socialdemocracia que, en este momento, defiende otro partido de nuevo cuño. Abandonar las prácticas cainistas contando con los mejores, no con los amigos y buscar un liderazgo más allá de una cara guapa. Poner el partido al servicio de la sociedad y no de aquellos que lo necesitan para cotizar. Sin embargo, la actitud autocomplaciente y victimista frente a los grandes cambios sociales y políticos actuales, aumentará su agonía. Las pasadas elecciones municipales y autonómicas ya advertían la situación. Conquistar numerosos gobiernos con los peores resultados de la historia, nunca fue una victoria. Y de aquellos polvos, estos lodos. No es nada fácil. El PSOE, a corto plazo, tiene por delante un reto casi existencial.