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José Sierra

Y este año... ¿Cuándo podamos?

El invierno avanza algo descafeinado, con temperaturas impropias de la estación y sin apenas heladas dignas de tal nombre. Si tienen ustedes rosales y otras plantas ornamentales, o se dedican a la agricultura, seguro que tienen su propio manual, fruto de la experiencia o tradición, que les dicta cuándo ha llegado el momento. Para los poco expertos, recuerdo haber oído en una ocasión que el momento ideal para muchas plantas era «después de la última helada». Fácil, salvo que no haya heladas, que es exactamente lo que está ocurriendo este invierno incluso en climas más fríos como el de los campos de Requena. Al hilo de este dilema doméstico, no sería raro que en unos días o semanas comenzara la floración anticipada en algunos frutales, algo que obviamente será objeto de conversación popular y refrendará, al menos a nivel coloquial, que el clima está cambiando. Es decir, que convivimos con el cambio climático.

Esta «percepción» ciudadana tiene su contrapunto en una ciencia como la fenología, descrita en España como la disciplina que estudia «los fenómenos biológicos que se presentan periódicamente acoplados a ritmos estacionales y que tienen relación con el clima y con el curso anual del tiempo atmosférico en un determinado lugar». De una manera más simplificada, la fenología estudia la relación entre los factores climáticos y los ciclos de los seres vivos.

La página web de la Agencia Estatal de Meteorología ofrece un apartado específico para la fenología y emite informes estacionales en los que aporta detalles de cómo va el año en la floración, brotación o cuajado del fruto de determinadas especies y de cuándo y dónde aparecen ( o desaparecen) las primeras golondrinas. Es otra manera de hacer un seguimiento del clima íntimamente ligada a la agricultura. Lástima que no existan apenas registros sistemáticos de los fenómenos fenológicos, aunque hay excepciones: en Japón anotaban la fecha de floración de los cerezos imperiales en el 705 a.C. Si dispusiéramos de esos datos, el conocimiento del clima y de su evolución sería mucho más preciso.

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