Entre magas y reyes anda el juego. Sorprende que el debate en Valencia se centre en el desfile de las Magues de la Infantesa „libertad, igualdad y fraternidad„ organizado por la Societat Coral El Micalet que el 3 de enero recorrió las calles de la ciudad. Si subiéramos el periscopio, contemplaríamos la crisis en cuatro dimensiones que tenemos encima.

El primer nivel es el de la decadencia política en Cataluña a cuenta del reto Mas-Rajoy que ha degenerado en colapso de la demarcación autonómica que genera el 25 % del PIB y más del 20 % de las exportaciones españolas, con el 15 % de la población de todo el Estado. Cataluña es el primer cliente y proveedor en los intercambios comerciales con la Comunitat Valenciana.

El segundo panorama de incertidumbre proviene de la torpe estrategia de Mariano Rajoy. De tanto conspirar y enturbiar las aguas en Cataluña, se ha conseguido, causa-efecto, que Artur Mas caiga y que Rajoy vaya detrás en el torbellino. Cataluña zozobra, España tiembla y Bruselas cruje. La Comisión Europea que preside Jean-Claude Juncker reclama un Gobierno estable en España, que enderece la situación interna y que sintonice con los postulados del directorio europeo.

La perspectiva de dos meses sin gobierno para convocar nuevas elecciones inquieta en Bruselas. Tampoco ilusiona a la Europa de Merkel que gobierne en España un tripartito de izquierdas a la portuguesa, que unido a la Grecia de Alexis Xipras y a las reticencias de Matteo Renzi en Italia, convertiría el flanco sur de la Unión Europea en foco de insurgencia y contestación.

La gobernabilidad de los españoles está en juego por la imprevisión del Partido Popular. La zozobra altera el tercer escenario europeo que alarma. Para los mandatarios europeos, Rajoy está políticamente muerto si no logra enderezar la situación. Asciende la extrema derecha en la Hungría que preside Viktor Orban. En Dinamarca los ultramontanos hacen de las suyas aliados con los liberales. En Francia aún no se ha superado el susto de las últimas elecciones regionales en las que el Frente Nacional de Marine le Pen estuvo a punto de gobernar en varias circunscripciones de no pararlo los socialistas de François Hollande.

Al ascenso autoritario se añade la amenaza a la libertad de prensa en Polonia por parte del gobierno que preside Andrzej Duda, que por decreto pretende el control absoluto de la radiotelevisión pública. En España se consigue por otros medios. El ataque del Gobierno polaco a los principios básicos de la democracia y de la Unión Europea ha merecido serias advertencias del vicepresidente de la Comisión Europea, Frans Timmermans y de Martin Schulz, presidente del Europarlamento, que ha calificado esta medida como «dramático golpe de Estado». Desde el 25 de octubre, cuando el partido Ley y Justicia, consiguió la mayoría en las elecciones polacas, se han repetido las recriminaciones de la Comisión Europea, que podrían acabar con la pérdida de voto para Polonia, por ser Estado miembro que vulnera principios „como la libertad de expresión„ básicos en la U. E. Y el Reino Unido de Cameron, ocupado en su chantaje de secesión para 2017.

La cuarta dimensión es la valenciana. ¿En qué nos afecta el panorama político catalán, español y europeo? Los problemas urgentes de la Comunitat Valenciana siguen siendo secundarios con estos escenarios incandescentes. Permanecemos en la trastienda del mundo. La posibilidad de que Compromís-Podemos tenga grupo parlamentario en el Congreso es cuestionada por los dos grandes partidos. El PP porque la considera impropia y el PSOE porque ve peligrar su lectura valenciana en la política española, con repercusión en el equilibrio del pacto de gobierno en la Generalitat Valenciana.

Si Compromís-Podemos no obtuviera el plácet en la mesa de las Cortes para formar grupo valenciano, los diputados adscritos a Podemos pasarían al grupo del partido de Pablo Iglesias y los de Compromís irían al mixto. Habría fracasado la ambiciosa operación de Mónica Oltra y Pasqual Mollá y la oportunidad para hacer visible la Comunitat Valenciana. También tendría repercusión en el ascenso de las fuerzas políticas renovadoras, cuyo impacto más señalado se observa en Comunitat Valenciana, Cataluña y Baleares. Se debe a la indignación territorial, generacional y social. En este rango estaría la falta de voluntad para resolver la financiación, la distribución justa de inversiones, el desempleo, la marginación de los menores de 30 años, la carencia de infraestructuras elementales y la desconsideración hacia la Comunitat Valenciana en Madrid y, por consiguiente, en Bruselas.

Cuatro frentes para un temporal.