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Parto de Puigdemont

Las negociaciones para formar gobierno catalán parece que hayan seguido la trama diseñada por un guionista muy profesional. Hay que mantener la tensión hasta el final: cuando los fugitivos (inocentes) han roto la barrera policial y superado el control de pasaportes y cuando parece que ya no pueden sufrir más, aún se puede retrasar la salida del avión. Puede que la emoción narrativa repare en un instante el lento destilar de la espera. Pero la política es muy narcisista, y si es nacionalista, Mas, y le encanta celebrar y, sobre todo, celebrarse. Y la representación con dramaturgia bien pautada y escenografía y atrezo de lujo.

El guión exigía que los escualos devorasen a la pescadilla de la CUP. Y así ha sido: de cómo transformar un aliado correoso en un factor de intensificación dramática (y dejar que se desmiguen para comérselos mejor). La CUP ha aceptado a Carles Puigdemont como President porque, parece ser, «era independentista antes que Artur Mas». Si es por eso que hagan presidenta a Pilar Rahola. Es una broma, no les quiero mal. Lo que sí parece claro y hasta lógico es que ahora Rajoy y los poderes terrenales (y algún ectoplasma del Betis, que de todo hay) presionaran a Pedro Sánchez para que funde en la gran coalición el futuro de España.

Pero el PSOE puede suscribir con el PP (y quien se apunte) un acuerdo para no permitir en Cataluña ningún proceso político que no se ajuste a la ley. Y dicho eso, recuperar su capacidad de maniobra para concertar cualquier coalición que le apetezca. No sé si lo harán (o los devorarán como a la CUP) y en todo caso se ganará un tiempo pues mas pronto que tarde habrá que permitir que Cataluña pase del estatus de esfinge al de cuerpo consultable y saber de qué va el acertijo. Una cosa está clara: si Artur Mas cree que ha dejado un capataz o encargado de la finca, va listo: la experiencia enseña que los interinos no son, sólo, los que más duran, sino que acaban por tener el latifundio registrado a su nombre. Que se lo pregunten a Rajoy, que fue, antes, el interino de Aznar y, siempre, registrador (pese a la incompatibilidad).

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