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Un día de números

He de reconocer que los números me abruman. Sobre todo por esa vertiente de abstracción que permite adaptarlos al contexto que mejor convenga. Ayer fue un día de números y, por supuesto, me sentí abrumado. Probablemente decidí fijarme en ellos como una cura de desintoxicación por el empalagoso espectáculo de la sesión de constitución del Congreso de los Diputados del miércoles.

La catarata de cifras comenzó a primera hora de la mañana con los 1,2 millones de contratos temporales firmados en la Comunitat Valenciana el año pasado, de los que algo menos de 51.000 se convirtieron en definitivos. Todo un éxito de la última reforma laboral.

Visto lo visto, no entiendo como los españoles ¡han vuelto a ahorrar! Un 39,2 por ciento de ellos lo consiguen hacer a final de mes. Impresionante.

¿Y el precio del petróleo? En mínimos, igual que el gasóleo, a 0,957 euros el litro. Malos tiempos para los coches eléctricos, sobre todo después de hacerse público que las reservas de petróleo de Estados Unidos se disparan y que Irán, tras el acuerdo nuclear, se prepara para teñir de negro los mercados.

Por no hablar del transporte. Los usuarios del avión han subido un 7,6 %. Y los del AVE un 5,3 por ciento. De lujo.

Y por supuesto, no podemos olvidarnos de los 4.300 millones de deuda que el Gobierno en funciones colocó ayer en los mercados pagando un interés parecido al de antes de que Cataluña tuviera formado un Gobierno para emprender la ruta secesionista y de que se adivinaran las dificultades para formar un Ejecutivo estable en España. Y que siga así por mucho tiempo, digo lo del interés, porque el Tesoro tiene que colocar este año cerca de 400.000 millones, y a poco que se mosqueen los inversores y suba la prima de riesgo, nos puede caer una de las que hacen historia.

No me extraña ahora que el índice de confianza de los empresarios españoles haya caído un 1,3 %, el primer descenso desde hace tres años.

Pero los números son lo que son. Y si no que se lo pregunten a Albert Einstein, que ya advertía que «cuando las leyes de la matemática se refieren a la realidad, no son ciertas; cuando son ciertas, no se refieren a la realidad».

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