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Sant Antoni del Porquet a les guapes fa l'ullet

Sant Antoni del Porquet, que a les velles fa carasses, i a les guapes fa l'ullet». El dicho es indicativo, uno más, de la popularidad del santo entre los valencianos. No hay pueblo que se precie que por estas fechas no saque al santo a la calle a bendecir sus animales. Por lo general, a cargo de los jóvenes, lo hacían los quintos antes de irse a la mili. Ellas las mozas no se privan de tocar la campanilla al porquet, en la creencia de que eso les dará suerte para encontrar mozo casadero.

Una fiesta que comienza la víspera del 17 con el encendido de la hoguera, el infaltable fuego en nuestras grandes fiestas invernales tan presente en el ADN de los valencianos. Un fuego que es de alegría, nostálgico y purificador, que hermana al tiempo que conjura contra todo tipo de males, antaño epidemias incluidas. ¡Cuántos establos de nuestros agricultores están presididos por retablos cerámicos del santo en actitud de bendecir a los animales!

En la capital, la bendición de animales se hace en la calle Sagunto, antigua Morvedre, por ser la salida natural de la ciudad al histórico pueblo. Era una calle plagada de conventos y hospitales, el de leprosos entre ellos advocado a san Lázaro. Al final estaba el Convento de Canónigos Regulares de san Antón, cuya Orden Religiosa fue suprimida en 1791.

A sus puertas, la calle se transformaba en plazoleta donde había una frondosa olivera, a la que iban a rodar los agricultores de las huertas cercanas portando sus animales en la mañana del día de san Antonio, luego entraban al patio del convento y de su pozo daban a beber a los animales. En su despedida, arrancaban una rama del olivo y se volvían a casa en la confianza de que sant Antoni había bendecido a los animales y los protegería a lo largo del año contra toda enfermedad o mal.

De gran fuerza y fama debió ser aquella costumbre que Miguel de Cervantes la refiere en El Quijote, convirtiendo la tradición en un relato universal conocido en todo el mundo. Siendo el nuestro un pueblo satírico, irónico y socarrón, siempre hablando y leyendo en doble sentido, la curiosa costumbre sirvió también para reflejarla en el habla popular: veste´n a rodar l´olivera, s´ha anat a rodar l´olivera, estarà rodant l´olivera,? con sus múltiples y variadas acepciones.

Aquel convento de frailes hospitalarios suprimido por el Papa fue adquirido por los Dominicos, a quienes se lo incautó el Gobierno cuando la Desamortización en 1835, que lo vendió a un adinerado ciudadano, quien, a su vez, lo donó a las Canónigas Regulares Canonesas de san Cristóbal, de cuyas manos pasaría a las de los Salesianos para hacer una escuela en 1899, quienes levantaron lo convirtieron en su convento, colegio y parroquia, conservando en su título la memoria histórica del santo protector de los animales en la tradición del cap i casal, que en su honor hacía el primer porrat del año, adelantándose éste a los de San Sebastián y san Valero, los otros dos santos, junto con san Vicente mártir, con los que esta ciudad siempre en permanente estado de fiesta, comienza el calendario lúdico del sin parar del año.

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