La disputa entre primos en los tribunales por el Marquesado de Centellas (Centelles) ha puesto de actualidad un título en anteriores tiempos ostentados por una saga familiar, que la lió parda en el tiempo a caballo de los siglos XIV y XV. Se caracterizaron por sus continuas broncas y querellas con otras familias de la «nobleza» valenciana, tan graves que el Consell de la Ciutat no tuvo más remedio que acudir como último cartucho a san Vicente Ferrer hiciera de mediador y pacificador de las continuas contiendas que ensangrentaron el Reino de Valencia, a causa de la ambición por el poder político y económico, así como por el orgullo y deseo de venganza.
El santo dominico consiguió apaciguar aquellas frecuentes guerras particulares que los Centelles tenían con los Soler, los Mazas de Linaza, los Marradas y, sobre todo, con los Vilaragut. Vidal biógrafo de san Vicente explicaba que resolvió estos trágicos conflictos, «que los mismos reyes no bastaban en reprimirlos». En realidad, no es que no pudieran los Reyes, sino que no les interesaba contrariar a los Centelles, quienes siempre fueron activos colaboradores de los monarcas en sus campañas dentro y fuera del territorio valenciano.
Estos enfrentamientos no fueron sólo por motivos crematísticos, posesión de rentas, bienes materiales o personas, sino por cuestiones amorosas, pasionales, envidias literarias, beneficios religiosos, deparando auténticos culebrones novelescos con «monjas locas» e hijos de curas como protagonistas, como el vivido por el clérigo Jordi Centelles, destacado literato de su época, canónigo de la Seo, uno de cuyos poemas aparece en el primer libro impreso en España en 1474, «Obres e trobesen lahors de la Verge Maria».
En la ciudad de Valencia alzaron su palacio en la calle Caballeros, pero tenían propiedades, tierras, palacios, casas solariegas y castillos en Nules, Moncófar, Mascarell, Vilavella, Xilxes, Burriana, Villareal, Alfarp, Llombay, Valle de Ayora, y Oliva. Eran tiempos en que los señores feudales eran dueños no sólo de bienes materiales, también de las personas que residían en sus señoríos, disponiendo de ellas.
En las luchas que se montaban cayeron presos, heridos, incluso muertos destacados miembros de la familia Centelles. En 1376, Pere Centelles abanderó la lucha de su familia contra los Vilaragut, cuando se aliaron éstos con el obispo de Valencia Jaime de Aragón y formaron un potente bando armado, que atentaba contra sus intereses.
Comentado fue el encontronazo entre los Centelles y los Soler en 1398 frente al palacio del Temple, donde murió Pere Centelles. En Llombay, en 1404, hubo otro sangriento encuentro, donde los Soler fueron los perdedores, y son relevados en el encarnizamiento por los Vilaragut, que tomaron el mando del bloque contrario. Afectó tanto la nueva situación que las mismas Cortes Valencianas se dividieron en dos bandos, el Parlament de dins, reunido en Valencia, el Parlament de fora, con sesiones en Paterna.
La batalla de El Cudolar de Sagunto fue a cuenta y como previa de las disputas del Compromiso de Caspe, donde triunfó la tesis que sostenían tanto los Centelles como san Vicente Ferrer, perdiendo la pretensión de los Vilaragut. Dos Centelles iban al frente de la flota de Alfonso V el Magnánimo, que se apoderó del puerto de Marsella, tras romper las cadenas que lo cerraban, las cuales son conservadas en la capilla del santo Cáliz de la Catedral de Valencia.
Un miembro de la saga, Pere Centelles, Señor de Nules, tuvo la genialidad de hacer un embarcadero en la playa del pueblo para que tanto moros como cristianos de Nules pudieran exportar por mar los frutos y productos agrícolas, principalmente vino, para lo que logró Privilegio del rey Pedro IV. Mientras que otro Centelles, Serafí, no fue tan perspicaz y estuvo a punto con sus operaciones de quebrar la Taula de Canvis en 1511.
Tenían una estrecha relación con los Reyes, a los que ayudaban en sus campañas militares, tanto en la defensa del recién creado Reino cristiano de Valencia conquistado a los moros, como en las nuevas conquistas por el mediterráneo, como las conquistas de Mallorca, Cerdaña o Nápoles. Incluso en 1364 defendieron la ciudad de Valencia cuando ésta, cristiana ya, fue sitiada por Pedro I de Castilla.
