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Extraños amigos de comitiva

Que no cunda el pánico, pero sí la preocupación. El Consell decidió aprobar para 2016 unos presupuestos con ingresos virtuales a cargo de un nuevo modelo de financiación. El déficit es mas preocupante con todo lo que está ocurriendo:

- No tenemos un modelo con el que iniciar el debate.

- No tenemos gobierno con quien discutir en Madrid.

- Los gobiernos autonómicos salidos de las elecciones de Mayo se tiran al monte para defender sus supuestos derechos históricos y diferenciales, con el referéndum catalán al fondo.

- En Cataluña ha tomando el mando de las finanzas Oriol Junqueras, que en los próximos meses deberá elegir entre el posibilismo y el ardor revolucionario. Entre el 'diktat' de la austeridad y los recortes a cambio de la liquidez del FLA a través del Reino de España, o bien romper la baraja con Madrid y Bruselas. Un baño de realismo que pondrá a prueba las facultades retóricas del líder de ERC y la capacidad resolutoria del argumento del ´Espanya ens roba´.

- Aquí el Consell, montado en la tesis de la discriminación externa, sigue empeñado en que solo el 10% de nuestra deuda se debe a los desmanes que el PP ha practicado durante años en esta tierra. En este contexto surgió la ´deuda histórica´. Un ejercico contable sobre lo que debíamos haber ingresado en un cálculo hipotético que ignorase la gran recesión que nos castiga desde hace siete años. Un banderín de enganche para revindicar no se sabe bien que, ni ante quien.

- El president Puig sigue dispuesto a mantener un programa político basado en exigir la tal deuda con el PP de la mano. Mientras en Madrid no se puede ni siquiera hablar con Rajoy, aquí en la Comunitat Valenciana se decide ir de la mano con ellos, con tal de que exista una deuda que los ahora solidarios acompañantes generaron con despilfarros y presuntas corrupciones.

La épica no lo puede todo. El conseller Vicent Soler, el viernes en este periódico contestando a un profesor que pedía abandonar el «discurso prestado» y empezar a hacer política «sin coartadas», contesto que: «...éste (la demanda al Estado) ha de ser nuestro discurso, porque nos jugamos nuestra razón de ser: la viabilidad de la propia Generalitat y, lo que es más importante, las oportunidades de futuro de nuestros hijos y nuestros nietos. Con menos dinero, tendrán menos posibilidades. Esa es la partida que tenemos que jugar todos, al margen de nuestra etiqueta política. A ellos no podemos fallarles». Un exceso de grandilocuencia que no aporta ninguna solución operativa.

Había, y hay, otras posibilidades, naturalmente poco agradables, como que si el Estado no respondía con la financiación adecuada cabía plantearse la devolución de competencias. Puesta la opción sobre la mesa el ahora conseller Soler la calificó de conformista y abogó por mostrarse firme en la exigencia para poder continuar con las competencias. Estas discusiones duran poco, ya quien es bendecido como ´conformista´ desaparece en los ambientes.

Al tiempo que el Consell vive el estado nebuloso de su presupuesto, desde Bruselas siguen llegando mensajes: «Tenemos una cita con España», decía la semana pasada Pierre Moscovici, comisario europeo de Asuntos Económicos. «Hemos pedido que el presupuesto español sea revisado cuando haya un nuevo gobierno. Los problemas que identificamos siguen allí y vamos a tratarlos con el nuevo gobierno». «El pacto de estabilidad es la regla. Mi credibilidad y la de Comisión se verían degradadas de inmediato».

En otras palabras, cuando las comunidades autónomas, con distintos grados de agresividad, piden «mas dinero a España», la UE le dice al Estado que hay que recortar. Es desagradable pero lo cierto es que el Reino de España dispone de menos de lo que dicen sus Presupuestos Generales de 2016. Llevamos casi seis años desde el zarpazo recibido por alimentar falsas prospectivas: ¡Zapatero nos despertó de su propia ensoñación! Hoy es mas preocupante. Otros ejemplos existen de quienes confundieron progresía con irresponsabilidad. Varoufakis se fue y, paradojas de la política, su grupo político se quedó para administrar los malos tragos. Ahora Grecia sale en los periódicos como consecuencia de la triste crónica de los refugiados, pero las consecuencias de las mentiras financieras de años amargan el día a día de los griegos, aunque los medios se hayan olvidado de estos temas.

Cuando se empieza a intuir que Montoro ha desaparecido del mapa y hay que encarar la dura realidad empieza a aparecer la tentación de tirar de Ttwitter desde los aledaños del Consell: «Cansado de leer el mismo artículo de opinión todos los lunes en Levante-EMV, quizá haya algo que aclarar: "Con el menor nivel de gasto per capita de España, la Comunidad Valenciana, u obtiene más ingresos, o seguirá incurriendo en déficit. Y podremos seguir escribiendo el mismo artículo día tras día, pero la realidad es la que es, con este gobierno o con cualquier otro"». No tendría importancia alguna si el escribiente supiera y explicara como solventar la situación que necesariamente debe resolverse, ¿Cómo?

En un artículo reciente en este periódico, un profesor razonaba con corrección que si tuvieran razón quienes sostienen que la perversión del modelo de financiación de 2009 es la causa principal de nuestros problemas, además de solicitar al gobierno y a las futuras Cortes una corrección de urgencia, a la que ningún valenciano pondría reparos, algunos dirigentes actuales debían ser consecuentes con sus convicciones y explicar por qué lo votaron en Madrid. Citaba a la consellera Montón que, curiosamente, no es ningún ejemplo en administrar con solvencia y que cuando legisla, como es el caso de los copagos, no es capaz de decir lo que ello va a significar para las arcas de la GV y ello sin considerar el saludable efecto disuasorio que tuvo sobre el gasto farmacéutico.

El modelo de financiación no se resolverá a golpes de declaraciones mediáticas. La política podrá mucho, pero llamar a una manifestación conjunta con aquellos que han originado la situación, supone que muchos nos quedemos en casa. No obstante desde esta columna seguiremos comentando la futura evolución que nos preocupa desde hace tiempo. El estado de las autonomías está abocado al fracaso por su actual inviabilidad financiera y la falta de reacción política de nuestros dirigentes para proponer soluciones. Uno no quiere este final para este Estado orgulloso y diverso.

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