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Joy

El aroma y el ambiente que se respira en el cine me ha encantado desde enana. Si encima a eso se le suma tener entradas entre las manos para ver una peli en la que llevas pensando durante semanas, el plan pasa a ser planazo y la tarde promete entre mucho y mogollón. Y no, la peli no es Star Wars, aunque esa también la he visto, no se crea.

Les hablo de Joy, una que por mi momento personal de emprendedora en esto de los negocios en Internet (me he montado una tienda online de productos gourmet), me viene como anillo al dedo. La última película de Jennifer Lawrence narra la historia real de una mujer con deudas hasta las cejas que levantó su propio imperio diseñando y vendiendo un invento en el que nadie creía. Por no creer, no creían en ella ni sus padres. El colmo de la desesperación, pues los padres de una deben ser los fans «number one» en los momentos en los que tu vida es peor que una maldita montaña rusa.

La película no está contada de la mejor de las maneras y algunas interpretaciones dejan bastante que desear, pero la fuerza de la historia que en ella se cuenta así como que la protagonista real, Joy Mangano, todavía sigue viva y dando guerra en los negocios, la convierten en una opción de taquilla más que aceptable. A pesar de esto, habrá quien le diga que la película no vale un pimiento y habrá quien se meta en el papel de tal manera que acabe motivado a tope con el film. Hasta habrá quien llore, como me ha pasado a mí. Pero como en todo, y como se enseña en la propia película, yo le digo que la vea y saque sus propias conclusiones, confiando, por encima de todo, en usted mismo y su propio criterio. Al final, eso es lo que prevalecer. Siempre.

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