Si bien el invierno se contempla como una etapa de frío y fenómenos meteorológicos adversos es, al mismo tiempo, una buena época para contemplar uno de los más bellos fenómenos que la naturaleza nos puede regalar. A partir del presente mes de enero, y hasta finales de marzo, será el tiempo más adecuado para acudir a la caza de las Auroras Boreales. Concretamente, las remotas regiones de Svalbard (Noruega), Laponia (Finlandia) o Alaska (EE.UU) son los mejores lugares para ser testigo de este acontecimiento. En la China antigua se creía que consistían en el vuelo de Dragones que recorrían el firmamento. Los esquimales consideraban que era un sendero hacia los cielos. Y en la cultura Sami creían que era el rastro de un zorro que cruzaba las mesetas árticas. No fue hasta el S. XVIII cuando Edmund Halley sospechó que el magnetismo de la Tierra podía tener parte de responsabilidad en este fenómeno. A día de hoy hemos llegado a la conclusión, gracias a los avances en los terrenos de la ciencia, de que el choque de la radiación solar con dicho campo produce el baile de colores que cubre el firmamento en las noches invernales. Pueden durar desde minutos hasta largas horas y adquirir las formas más caprichosas que sea posible imaginar. El espectro cromático puede abarcar desde el verde al azul, pasando por el rojo o el amarillo. El conjunto de estos factores hace que ni el extremo frío de estas regiones (mínimas de hasta -46ºC en Alaska o -40ºC en Laponia) sean un obstáculo para aquellos que deciden acudir en su búsqueda y asistir al encuentro de un deleite visual sin precedentes en la naturaleza de nuestro planeta.