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Carta abierta a Gary Neville (y a Lim y a Suso G. Pitarch)

Estimado amigo Neville (o Névol, como al parecer se pronuncia su apellido en el slang del Selnec). No tengo el gusto de conocerle pero le recuerdo de sus tiempos como red devil, fajado en su banda impenetrable. Es verdad que no ha entrenado ni a juveniles antes de recalar en el banquillo del Valencia, pero todo el mundo habla muy bien de usted por más que los resultados todavía no le avalen. Fue comentarista antes que coach, lo cual es una garantía, pues un servidor también lo ha sido durante un tiempo y me parece una condición de lo más plausible. Quique Sánchez Flores, sin ir más lejos, también evolucionó de los análisis a los entrenamientos.

El objeto de esta carta, amigo Névol, es tratar de explicarle qué es el Valencia CF, más allá de lo evidente y su condición de sociedad privada en manos del accionista Peter Lim. A Suso García Pitarch, vecino de barrio, poco hay que explicarle, pues se trata de un valencianista de pura cepa y además muy inteligente, elegante y buen diplomático.

Lo primero que debe quedar claro es que el Valencia CF es el tercer club de España. Lo es por presupuesto, por afición y por palmarés. Las últimas flaquezas le han hecho perder terreno respecto del Atlético de Madrid, pero ese es un fenómeno pasajero, el Valencia es el tercero y su misión, en cualquier caso, es que lo siga siendo.

De hecho, el Valencia CF es el único de los grandes equipos españoles que supo catalizar su descenso a Segunda para, como efecto rebote, vivir la mejor etapa de su historia. Los valencianos reaccionamos cuando las cosas vienen mal dadas, pero muy mal dadas, aunque cierto es que hasta entonces pecamos de una cierta indolencia o meninfotisme (un me da lo mismo o me importa una higa€ don´t worry be happy), lógico tratándose de un pueblo que vive de modo tan sensual y hedonista a orillas del Mediterráneo. ¡Ya irá comprobando lo bien que se vive aquí y los pocos días que salen nublados!

No espere ayudas inmediatas, puede que todo lo contrario. Los valencianos solemos criticar de modo despiadado, y nos crecemos con la rechifla y los errores ajenos. Nada de cheques en blanco aunque nos guste agasajar a la hora de dar la bienvenida e ilusionarnos con poco. Pero contra lo que desde otros lugares piensan, no es cierto que la afición valencianista sea muy exigente, más de lo debido. Para nada.

Somos gente sensata y pegada a la tierra, sabemos que no podemos equipararnos al Madrid o al Barcelona actuales. Exigimos para ser terceros y, si de vez en cuando suena la flauta, dar la sorpresa. A nuestro equipo le pedimos que venda cara su derrota, pero sabemos reconocer cuando no se da más de sí. El Madrid o el Barça nos pueden ganar, desde luego, pero deben sudar su victoria. Usted ya ha visto dos meritorios empates en Mestalla ante los dos grandes, y le puedo asegurar que si el Valencia hubiera perdido esos partidos la afición hubiera salido con tristeza del estadio pero satisfecha por el esfuerzo y el tesón de su equipo.

Eso no significa que el valencianista se conforme con la lucha y la buena voluntad. Mestalla, es cierto, ha perdonado a muchos futbolistas de escaso nivel a cambio de su esfuerzo y compromiso con su camiseta, pero no es tan ingenua ni tan amante del fútbol racial a la inglesa o bilbaína. En el Valencia siempre ha habido jugadores de clase, y el valencianismo ha disfrutado de saborear el gran fútbol. Que yo haya visto jugar: Claramunt, Arias, Kempes, Bonhoff, Fernando, Madjer, Mijatovic, Mendieta, Silva, Mata€

Para poder reunir todas esas condiciones descritas, es decir, ser competitivo a pesar de no tener capacidad para ser uno de los gigantes del fútbol, luchar y al mismo tiempo jugar, no ha quedado otra, históricamente, que armar equipos muy sólidos atrás, muy equilibrados. Grandes y sobrios porteros, rocosos y seguros defensas han caracterizado siempre los mejores momentos del Valencia. El último de ellos, el de Benítez con los Cañizares, Carboni y Ayala, era extraordinario en ese sentido: el equipo marcaba un gol en alguno de los rebotes que pillaba Mista o cualquiera de los pocos delanteros del equipo y la afición respiraba tranquila, sabía que los suyos, fuertes atrás, resistirían solventes con su puerta a cero y ganarían el partido.

No es que seamos conservadores o nos guste el juego defensivo. Es pura lógica del mercado: Los delanteros cuestan mucho dinero y son más exigentes de educar desde la base. Pero construir desde atrás supone, las más de las veces, contar con jugadores de oficio, difícil de adquirir si la plantilla es joven en exceso como la actual. Se necesita más complementariedad en el conjunto.

Y ese fue, señor Névol, el milagro de su antecesor Nuno Espíritu Santo en la temporada pasada, contar con una espina dorsal sobresaliente con el portero Alves y el central Otamendi en estado de gracia, un prodigio de colocación y anticipación. Tanto que se fue volando hasta su ciudad. Y a Nuno se le nubló la fórmula de no jugar esperando atrás.

Pero hay otra razón que esa sí, es importante que usted la sepa, y que se la transmita al señor Lim, y que Suso no debe olvidar. Ya sé que igual Lim le impone, por su lejanía, por sus amistades o por esa voz que hemos descubierto suya, nada oriental sino más bien de actor maduro de Hollywood -en tono agudo, como me dijo un amigo, a lo Lee Marvin: Es importante que la afición sienta que su proyecto no es una estación de paso.

En eso sí tenemos un cierto complejo, un orgullo de terceros que por nada del mundo aceptará ser segundo plato. Los jugadores que vengan aquí, ya sean jóvenes o veteranos, han de saber que este es un destino serio, con aroma a definitivo, y si no quieren venir, que no vengan. Y no se trata de ponerle puertas al campo, sino de establecer una norma por costumbre que se enraíce con nuestro carácter y con lo que le pedimos a nuestros futbolistas. El Valencia ha de ser una meta deseable para cualquier jugador que fiche por este club, no un escaparate, un semillero o un trampolín.

Lo cual no significa que, tras cumplir con el debido mandato en este club, digamos tres, cuatro o cinco buenas temporadas, seamos lo suficientemente colegas y señores para dejar marchar en busca de oportunidades a quien nos ha hecho felices. Pasó con Penev, con Villa e incluso hace poco con Adúriz, un tipo honrado. Lo inadmisible son casos como el de Otamendi, que se marcha al año de venir, o el de Isco con su cláusula de chiste, o que ahora se plantee alguien vender a André Gomes cuando apenas ha empezado a madurar.

Los valencianistas necesitamos saber que se nos desea, que este extremo de Europa es apetecible para vivir muy bien jugando al fútbol por la camiseta del escudo del murciélago.

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