Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

thumb-isabel-olmos-(1).jpg

Mensajes estelares

Cuando Pepito se sentaba al lado de la radio todas las tardes al volver del colegio, sus pequeñas piernas eran todavía tan cortas que tenía que enrroscarlas en las patas de la silla para que no le quedaran colgando o, lo que era peor, se le durmieran. Nada más llegar de la escuela, cogía el bocadillo que su madre le había dejado sobre la encimera de la cocina envuelto en papel de periódico y se iba corriendo hasta la salita donde, cubierta por una tela roja, le esperaba paciente la radio. Lejos en su memoria infantil „y solo habían pasado unos pocos minutos„, quedaban ya doña Trini, su maestra, y los compañeros de la escuela, el himno y los palos, la represión, la tristeza, el cielo gris y el cura... porque quizás hoy, a pesar de todo ello, sería el gran día.

Con nervios y mucho respeto, encendía el aparato, heredado de un tío abuelo suyo que emigró a la ciudad, y lentamente iba desplazando el dial hasta que localizaba el primer sonido. Entonces paraba. Y avanzaba y retrocedía muy muy despacio, con todos los sentidos en alerta máxima para que no se le escapara nada, porque ellos, los marcianos, se decía en voz muy baja, podían estar allí. Y apuntaba: ahora una ´y´, ahora un chasquido, ahora el sonido como de un silbato... Mensajes sin sentido que estaba convencido eran los prolegómenos del día en que los extraterrestres se comunicaran con él con el gran mensaje, no un gran mensaje para la humanidad, sino algo más parecido a un reconocimiento íntimo, estelar, un eres de los nuestros, de nuestro linaje, nuestro enviado a la tierra. Y así pasaba horas. Con la oreja pegada a la radio, avanzando y retrocediendo el dial y soñando con que alguien, desde las estrellas, quisiera comunicarse con él con mensajes ocultos bajo el crujir de las ondas.

Y pasaron los meses y los años. Los pies ya le llegaron al suelo y la vieja escuela dejó paso a la universidad, al trabajo y al matrimonio con hijos. Pero todavía ahora, cuando le pilla un atasco y nadie le ve, disimula y hace como que busca un canal concreto, pero les busca a ellos. Y siente una alegría que nadie comprende, un anhelo que le hincha el corazón.

Compartir el artículo

stats