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Martí

Añoranza de Marga Sanz

La izquierda retórica valenciana siempre tuvo tendencia a la autodestrucción. La sopa de letras (BEAN, EUPV, UPV, PCPV, IPV) ha alcanzado su máximo éxito con el sustantivo Compromís, una coalición que capitalizó la oposición anticorrupción a los populares. La puesta en escena de su histrionismo surgió efecto electoral, aunque algunos de los dirigentes del Bloc no ocultaban su malestar ante el postureo melodramático. Mientras, la socialdemocracia y la izquierda clásica asistían con impotencia a la evaporación de un discurso mal articulado.

El PSPV persiste en el error de elegir mal a sus dirigentes. Arrastrados por la falta de colaboradores del mundo real vuelve la cara hacia Juventudes Socialistas, una auténtica escuela de afilar navajas en la promoción interna. De derrota en derrota hasta la destrucción total. La incuestionable coherencia de Esquerra Unida ha sido borrada por la telebasura podemita, de más ruido que hechos. Cría cuervos.

Urgencias por desalojar al PP y subirse a un tren que podía tardar en pasar muchos años, han formado un Consell donde cada parte contratante mira de reojo al socio. Más que plural es accidental. Un ejercicio imposible pone ante el espejo a la izquierda valenciana. Pensar por un instante en una vicepresidenta como Marga Sanz, ideológicamente estable y forjada en la responsabilidad política, contextualiza lo que no pudo ser.

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