Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Auge y ocaso de la corbata

Tuvo períodos de esplendor, funcionando como distintivo del hombre correctamente trajeado, signo de asentamiento en un entorno de solidez (al menos, aparente) y claves indumentarias bien definidas. La corbata fue siempre objeto de interpretaciones sociológicas, estéticas y hasta psicoanalíticas. Banderín de clase, guiño permisivo de coquetería masculina, símbolo fálico€, las teorías sobre su significado se han sucedido abundantemente.

Algunos hombres representativos han declarado sin rodeos su afición corbatero. Duran i Lleida, el político hoy apartado del mundanal ruido, no solo era usuario, sino coleccionista, y en 2011 confesaba: «Tengo desde una corbata marca Stalin fabricada ene Albania, hasta la de la campaña electoral de Osama, que me regaló el embajador norteamericano». Y ahora se constata la caída en picado de este ornamento tan apreciado por muchos. Así me lo comentaba Alfredo Esteve, por cuya tienda pasa la crème de la crème varonil: «Nada; ya casi ni existen. Yo creo que su desaparición se debe al mal uso que se hizo últimamente por parte de los más apegados al vestir clásico que, creyendo ponerse al día, se plantaban unas corbatas exageradamente llamativas. El exceso las mató».

En realidad, la decadencia viene de lejos. Ya en los años 90 el desaparecido Gianni Versace proclamaba: Es una engorrosa pieza del vestuario con la que hasta los más enyesados hombres de negocios tienen ganas de acabar». Y Pedro de Silva, en una de sus cortas y sabrosas columnas de este periódico, afirmaba hace un año: «En el caso de los líderes políticos, el no llevar corbata les proporciona una identidad sin el engorro de tener que meterse a hacer un programa». Sirve, en efecto, como proclama bien explícita; sin estrujarse las neuronas, el lenguaje de la indumentaria es elocuente. Las chaquetas de pana y los jerséis de cuello alto enarbolados por la progresía de la Transición se corresponden hoy con las camisas arremangadas y el sincorbatismo de los emergentes en la vida pública.

Pero, insisto, todo arranca de más atrás. Hermès, una firma estelar con importante producción de corbatas muy valoradas por los más exigentes, ya en 2007 manifestaba: «Ahora lo opcional ha desbancado a lo obligatorio y la corbata no se impone a nadie». En consecuencia, esta marca viene promocionando en su lugar todo tipo de echarpes y foulards, cada vez más presentes en sus estilismos. Y, quizás para establecer un equilibrio, lanzaba hace dos o tres temporadas la propuesta de la corbata para conjuntos femeninos, como vemos en la fotografía. Aunque esto es una aparición intermitente en nuestros armarios, que va y viene a través de las épocas, alcanzando enorme difusión, por ejemplo, a raíz del vestuario de Diane Keaton en la película de Woody Allen Annie Hall como en los momentos de apropiación (Marlene Dietrich y otras estrellas) o en los de afirmación social reivindicativa (George Sand, Colette, etc).

En fin€ La moda es el sistema de comunicación no verbal más versátil y adaptable a cada situación. Queriéndolo o no, nos expresa eficazmente sin palabras.

Compartir el artículo

stats