Los que tienen el poder decidieron que «tripartito» significara o fuera un acuerdo entre partidos de izquierda y «grupúsculos» varios, orientado a la perdición y al mal de España (autonomías y ayuntamientos no excluidos); mientras que «gran coalición» signifique o sea un acuerdo entre partidos que giran alrededor del PP, sometidos a la ley de su gravedad, y orientado a la salvación de España. Que sucediera lo primero, el tripartito, sería malísimo y contra natura; si lo segundo, la gran coalición, lo natural y buenísimo. Además, los que mandan y tienen (sólo ellos) el poder de desestabilizar, insisten en la necesidad de una legislatura estable: como si un rico se pidiera limosna. En fin, nada que no sepamos y nada nuevo bajo el (cara al) sol.

Dijo el otro día la milagrosa Rita Barberá (capaz de volver sin haberse ido) que ha mantenido durante estos meses «un silencio respetuoso, oportuno e inteligente». Quizá sea cierto, pero es más cierto que los «silencios inteligentes» nunca pueden, por su naturaleza silenciosa, ser verificados ni falsados. Quiero decir: así como podemos comprobar por su contenido si una frase es inteligente e imaginar su correlato estúpido, nunca estaremos en condiciones de confirmar si un silencio es inteligente ni imaginar su correlato: un «silencio estúpido». Ya decía Parménides que nada podemos decir sobre la nada. De todas formas, se lo concedo: del mismo modo que cuando hablaba le criticábamos que lo hiciera mal, nada nos cuesta reconocerle que se ha callado muy bien. Bueno: y ahora que ya habla, ¿qué ha dicho? En primer lugar, y a preguntas de los periodistas, dijo que hablaría de lo que le diera la gana, no de lo que le preguntaran. Se extrañó, en segundo lugar, de que no le preguntaran sobre Irán, asunto sobre el que tanto tiene que decir. Y llegó, finalmente y en tercer lugar, a decir lo que no quería callar: que venía, sin haberse ido, para animar a la animada Bonig porque, frente al desalmado o desanimado Fabra, está recuperando el «alma» del partido, es decir, vuelve a la esencias, es decir, hace que las cosas vuelvan a su sitio, es decir, no reniega de los principios, o sea y es el último es decir, apuesta por las señas de identidad. Llegados a este punto y teniendo tantísimo que callar, me permitirán un silencio inteligente: sobre el alma o ánima sólo se me ocurren inoportunas e irrespetuosas animaladas.

Critica el veterano Alfonso Novo que el tripartito (no confundir con la gran coalición) «prioriza temas que no interesan a los valencianos». Y pone el ejemplo de las Reinas Magas y el de la asistencia o no a las celebraciones de San Vicente Mártir. A uno le causa perplejidad:

es su partido en la oposición el que, soplando sobre las brasas y echándole el resto y más madera, prioriza sus críticas sobre estos temas (beben y beben y vuelven a beber), que ciertamente no preocupan a los valencianos, en un intento de encontrarse el alma, el ser, la esencia y los votos. ¡Menuda oposición, es decir, qué oposición tan menuda!