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El desaguisado

Dentro de lo que es la primera industria de la Comunitat Valenciana, el secretario autonómico, Francesc Colomer, blandió en la gran feria nacional del sector la bandera de que la tierra «vuelva a reconocerse en unos valores y en un estilo de vida, donde el turismo sea clave». Pasada la feria con ese lema troncal, que más que un deseo es una necesidad, la región y comandantes del partido que ha regido sus destinos a lo largo de veinte años copan portadas e informativos por lo que ha representado la constante y continúa siendo una gran losa: la descomposición a base de enjuagues. Y cuando decimos enjuagues hablamos de set mil, huit mil, nou mil, deu mil, onze mil, dotze mil... Qué sé yo, una barbaridad. Es verdad que, desde el verano pasado, la mayoría de tunantes encartados han pasado a formar parte del grupo de los ex, pero la sombra que cubre a los herederos no se la salta un galgo. Es que en ese mundo turbio hacia el que se giró y del que le va a costar sangre salir al territorio, la propia Fitur es una pieza del caso Gürtel, la artística gestión del Ivam de la mano de Consuelo Císcar está más que en entredicho y hasta el penúltimo estribillo que ha saltado en el jiparei como es Acuamed salpica desde el mismo confín. Y, sin embargo, círculos privilegiados no cesan de lanzar mensajes envenenados para que nadie ose otorgar vela en la ceremonia de investidura a los recién ungidos que, formas aparte, mucho tendrían que travestirse para urdir un uno por ciento del desaguisado perpetrado. También deberían tener algo que decir los congéneres zarandeados por una práctica como para dejar las estribaciones de la moral pública hecha unos zorros y que, según incursiones metroscópicas, se mantendrá invariable sobre lo ya escrutado. No me dirán ustedes que darle la bendición al partido más votado no tiene su mérito.

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