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Regeneración ética

Los veinticuatro detenidos de la última operación policial contra la corrupción „Alfonso Rus a la cabeza„ ya no son, ni siquiera, la última gota que rebosa el vaso, porque el recipiente desborda agua sucia desde hace varios años. Y parece que los partidos políticos no han llegado a entenderlo. O no lo quieren entender.

Se impone una regeneración más allá de las palabras y las promesas, y ésta solo se puede conseguir con unas lineas rojas que vayan más allá del voluntarismo de partidos y dirigentes.

Se habla mucho últimamente de la necesidad de una estabilildad de gobierno por encima de cualquier otra cuestión para que no peligre el desarrollo económico de una sociedad que no consigue zafarse de la sombra de la crisis, pero es probable que si el virus de la corrupción no se hubiera hecho tan fuerte en el cuerpo de rerpresentación del Estado, no habríamos llegado a una dispersión del voto como la del 20D.

La irrupción con tanta fuerza de nuevos grup0s políticos en los últimos años obedece a un hartazgo casi generalizado de las costumbres que no consiguen erradicar las antiguas formaciones. Especialmente la desconfianza que provocan unos pocos dirigentes „aunque cada vez parece que son más„ a la que no han sabido dar una respuesta contundente los propios partidos, contribuyendo de esta forma a una extensión de las sospechas.

Las líneas rojas „investigado, sospechoso, imputado, condenado,..„ que se han ido marcando en función de las exigencias de responsabilidades de la opinión pública, han sido, evidentemente, insuficientes, y solo han servido para generar nuevas dudas.

El papel a la defensiva de los partidos, el «y tú más», el «esto ya pasaba antes», han sido „y siguen siendo„ unas excusas que pueden ser dialécticamente convenientes en un debate político del que «hay que salir vivo», pero que fuera de ese ámbito, ante unos ciudadanos que han pagado „y siguen pagando„ económica, familiar y socialmente una crisis económica desgarradora, solo origina decepción y rechazo. Como no podía ser de otra forma. Porque lejos de resolverse sus problemas vitales, ven cómo se utilizan sus propios impuestos para el enriquecimiento personal de sus administradores. Y mientras no se quiera entender ésto, no se avanzará.

La cirugía con la corrupción ha de ser radical, ya no caben pequeñas operaci0nes ambulatorias; hay que sacrificar hasta las presunciones. Y no hay que esperar una respuesta inmediata de una ciudadanía descreída. La confianza se pierde en segundos, pero cuesta años recuperarla.

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