El jaque de Podemos ha pillado con el paso cambiado no solo al PSOE, también a todos los demás. En eso se nota que es un partido joven, con entusiasmo, que ha sabido leer la realidad española mejor que el resto de contrincantes. En ese ejercicio importante de lectura el número de votos en su conjunto no le ha acompañado aunque tanto en Euskadi como en Cataluña su éxito ha sido notable, y precisamente no son estas nacionalidades las que en mayor medida marcan el retraso de una España que necesita ganar el futuro.

En casi 40 años de ejercicio, la monarquía parlamentaria ha vivido con el lastre del escaso atrevimiento para adaptarse, o mejor anticiparse, a los nuevos tiempos. Tanto el PP como el PSOE han disfrutado de la comodidad de ver pasar los años aparentemente sin riesgo alguno. Para colmo de males, el Partido Popular ha disfrutado en la legislatura pasada de una amplia mayoría parlamentaria con la que ha querido tapar la corrupción y el mal gobierno.

Llegados ante el futuro sin saber qué hacer, tanto el PP como buena parte del PSOE han sacado del armario los latiguillos franquistas de la unidad de España, la igualdad de los españoles que ni ellos mismos se creen o hacen todo lo posible para que no lo sea, la lucha contra el enemigo exterior y todo por España y los españoles.

Parecen no haberse dado cuenta que buena parte de los nacidos en España desde 1975 encuentran vacías de contenido esas proclamas que apartan más que acercan su sentido de pertenencia a un país en donde la corrupción, los corruptos y corruptores pasean en su mayoría por las calles cuando meten en la cárcel en tiempo record al robagallinas más humilde.

Queremos otra España, señores del Partido Popular y del Partido Socialista, que ustedes, teniendo todo el poder no nos han sabido o querido dar. Y esta es la cuestión.