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Llamando a Pilar

No conozco a ninguna persona (aún) que haya acudido a terapia de pareja para salvar su relación sentimental. Pero estoy seguro que haberlas, haylas. Porque si sale en las películas norteamericanas, tarde o temprano, triunfa aquí y no es criticable que nadie recurra a ayuda psicológica profesional, claro que no. Pero cuesta entender cómo y por qué una pareja llega a someterse al tratamiento precisamente frente a las cámaras. Y de eso trata Mejor llama a Pilar, una novedad más de coaching en Cuatro, cadena especialista en la materia.

Aparte de mi incredulidad ante la posibilidad de que nadie salve su relación aireando los problemas en antena, al programa le encuentro muchos más errores que aciertos. Para empezar, es inevitable verlo como una versión de Hermano mayor para parejas a la que le falta la pieza clave: el hermano mayor. Pilar Cebrián será una estupenda psicóloga, pero su empatía en pantalla está a años luz de la de Pedro García Aguado, aquel exdrogadicto y excampeón capaz de hacerse amigo del ni-ni más asilvestrado de una manera creíble.

Mejor llama a Pilar repite los mismos juegos metafóricos de Hermano mayor para buscar soluciones psicológicas, como si no los hubiéramos visto ya. Pero además le pone unas gotas de Cámbiame si hace falta que la estilista de guardia suba la autoestima de alguien y gusta de poner pruebas físicas, como si en Cuatro echaran en falta a Jesús Calleja cuando no lo tienen a mano.

Solo cabe desearle lo mejor a los protagonistas, si de verdad están tan desesperados como para exhibir sus vergüenzas frente a Pilar. No sobraría que pidieran también un poco de ayuda a la Virgen del Pilar o mejor a Santa Rita, patrona de los imposibles.

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