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Carnaval

La puerta de febrero se abre enseguida al Carnaval, o Carnavales, porque plurales son, y bien extendidos en nuestro país, del norte al sur; es decir, desde Gijón (con su «Antroxu» más que centenario) hasta la bulla satírica de los Cádiz y la espectacularidad de los que se montan en Canarias. En nuestra Comunitat han arraigado, con tres hitos destacados en las tres provincias: Villar del Arzobispo, Vinaròs y Pego.

En la capital, el «cap i casal», la cosa más diluida. Resulta curioso indagar cómo era en otros tiempos. En sus Memorias de un setentón; Teodoro Llorente Falcó da cuenta del animadísimo escenario en que se convertía la Alameda, a finales del siglo XIX, con el paseo de coches llenos de juventud disfrazada lanzándose serpentinas y bromas a toda marcha. «Pero no había necesidad de acudir a la Alameda „escribía„. El Carnaval callejero estaba en su apogeo. Grupos de máscaras circulaban constantemente; los balcones se llenaban, y a los portales de las casas se sacaban sillas y se formaban tertulias. También habla este autor de los bailes de niños en el Teatro Principal, «que en realidad no eran tales „dice„ sino una exhibición de disfraces que lucían las tiernas criaturas para satisfacción de sus papás».

El Carnaval „heredero, según se apunta siempre, de las legendarias Saturnales romanas„ ha sido inspiración inagotable de pintores y músicos a través del tiempo. Dos ejemplos respectivos: Gutiérrez Solana y Schumann. Especialmente es decisivo su papel en el desarrollo de la modalidad cartelística. Y en ella sobresale la aportación del Círculo de Bellas Artes de Madrid, organizador de renombrados bailes de disfraces que dieron origen a una inmensa y sustanciosa producción de buenos carteles. Dicho Círculo „que fue fundado, entre otros, por el pintor alcoyano Plácido Francés„ encargó su primer cartel de Carnaval en 1892 a un gran pintor valenciano, Cecilio Plá, iniciando después el concurso anual en el que participaron y ganaron, otros valencianos destacados como Joaquín Sorolla, Juan Antonio Benlliure, Pascual Capuz o José Espert.

Tras la interrupción de la Guardia Civil, se intentó recuperar estos festejos, encubriéndolos a la censura bajo la denominación de «Gran Baile de exaltación del Traje Regional», tan campanuda y solemne. De vuelta a su carácter originario en 1985 renacieron bailes y carteles con firmas de primera fila como Saura, Le Parc, Pérez Villalta o Chema Cobo, dignos sucesores de la etapa inicial.

Al fin y al cabo, lo que queda de la celebración carnavalesca es precisamente su convocatoria gráfica, el cartel. En un deslumbrante acopio de los que atosera el madrileño Círculo de Bellas Artes se llevó a cabo hace algunos años una magnífica exposición, de cuyo buen recuerdo quiero rescatar el carte que en 1932 realizó uno de los máximos dibujantes españoles, Rafael de Penagos, en el que, manteniendo una de esas figuras que instituyó en emblemas de la nueva mujer de su época, logra una divertida exaltación de la alegría vital, siempre de agradecer.

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