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El Guaje sigue a punto

Esperaba escuchar al otro lado de la línea telefónica, cuando marqué su número de Nueva York el pasado miércoles por la noche, la voz nostálgica de un jugador ya de retirada, recordando batallitas de su fascinante carrera por el Sportig de Gijón, el Zaragoza, el Valencia, el Barça, el Atlético, el Melbourne y el New York City. Respondió, sin embargo, un delantero en activo y ansioso por seguir goleando a quien se ponga por delante. Y, ¿por qué no?, ganarse el derecho a gritar, mientras celebra uno de sus tantos americanos, que estaría dispuesto para la Eurocopa de Francia el próximo verano.

El Guaje ha servido toda su vida a su majestad el gol y de ahí no quiere que lo aparte nadie salvo la naturaleza, a ser posible todavía dentro de unos años. Hasta la fecha le adornan 306 goles en 640 partidos y dice la leyenda que El Guaje recuerda cada uno de esos momentos de éxtasis como si los hubiera marcado hace unas horas.

Hay que agraderle a Javier Subirats, entonces secretario técnico del Valencia, su apuesta por El Guaje, un delantero pequeñito e inquieto del Zaragoza por quien hubo que pagar la cláusula de rescisión de 12 millones. Ya era una realidad, pero pocos sospechaban el espectacular crecimiento de este chaval despierto de 24 años al calor de Mestalla. Llegó en agosto de 2005 y, un año después, Luis Aragonés lo llamó para el Mundial de Alemania. Después sería capital en el despegue de la selección para la conquista de la Eurocopa de Austria y Suiza 2008 y, dos años después, del Mundial de Sudáfrica 2010, este último cuando acababa de fichar por el FC Barcelona.

Después de cinco temporadas a todo gas, el Valencia entendió que no podía retenerlo más y lo vendió al Barça por 40 millones. El Guaje tenía 29 años y el presidente, Manuel Llorente, le había prometido abrirle la puerta una temporada antes. Mestalla aceptó el traspaso como un merecido premio.

Además de ser un jugador de área, puro instinto goleador en las venas, Villa ha tenido una voluntad de hierro para aprender y sumar recursos a su repertorio. Aprendió a marcar desde el medio del campo, a tirar las faltas y los penaltis, e incluso se abrió al extremo izquierdo cuando se lo exigió Guardiola en esa época gloriosa del Barça.

Todo eso pese a estar envuelto de un cuerpo sin muchas prestaciones. Ni especialmente rápido ni fuerte ni un superdotado técnico, su ambición e inteligencia en el campo pudo con todo. Siguió ganando títulos en el Atlético de Madrid y, dentro del fracaso generalizado de Brasil 2014, él cumplió con su golito ante Australia en la única oportunidad que tuvo. Y ahí sigue, a los 34 años, a punto en el NY City.

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