El actual declive del bipartidismo y el imperativo de lograr alguna investidura nos están haciendo asistir a situaciones antes nunca vistas. Da la sensación de que, actualmente, lo esencial en política no es la necesaria dialéctica de las ideas, sino conseguir el poder aunque sea al margen de las mismas. Lo que vendría a ser el grado cero de la política, aquel en el que se impone el pragmatismo hasta el punto en que no importa tanto el perfil ideológico de los pactos, sino lograr como sea que la cosa no se atrase.

Creo que las recientes declaraciones de Felipe González ilustran muy bien esta postura. González, el implacable azote de la derecha en la transición, animando a su partido, el socialista, a facilitar un gobierno del PP para evitar que puedan hacerles daño «los radicales» de Podemos. Todo sea por la «gobernabilidad de España». Él lo dice de esa manera, pero en realidad se trata de preservar un bipartidismo cuyos efectos ya conocemos.

Sin embargo, la dificultades que genera el debilitamiento del bipartidismo deben entenderse como la consecuencia lógica de la crisis de un modelo que no ha funcionado bien en nuestra historia reciente. Evitar la dificultad para caer en más de lo anterior no sería una buena solución. Por otra parte, tras la práctica disolución orgánica del PP valenciano „al hilo del número de excargos que están siendo investigados por corrupción„ es improbable que algún partido en su sano juicio desee suicidarse políticamente facilitando la investidura de un nuevo gobierno del PP. La gente „los votantes„ tras la crisis económica no lleva nada bien la corrupción de los políticos.

Recordémoslo siempre: el poder per se nunca debe ser el único fin de la política. Bienvenida sea la crisis de las mayorías absolutas y del bipartidismo; pero esto obliga necesariamente a un nuevo talante en los pactos, en los que se deben priorizar los acuerdos de regeneración política y social por encima del ego de los líderes y de los intereses específicos de cada partido. Creo que el ejemplo valenciano del tripartito que facilitó la investidura tras los acuerdos del Botánico „un pacto basado en objetivos políticos, no en el reparto a priori de parcelas de poder„ es un buen modelo para lo que podría darse a nivel nacional. Todos deben ceder algo: los nacionalistas, Podemos y algunos barones del PSOE, que curiosamente se muestran escépticos ante los pactos de izquierdas. ¿Sería mejor un pacto de derechas, para el socialismo? A buen seguro que les pasaría una mayor factura. Pero ahora no se trata de eso, sino de buscar el interés general.