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Julio Monreal

El PP no sabe qué hacer con Rita

La alcaldesa de Valencia durante 24 años ve pasar a 50 miembros de su gobierno ante la justicia pero no da la cara por ellos. Ya sucedió con Nóos y Alfonso Grau lo sabe bien.

El Partido Popular de la Comunitat Valenciana no sabe qué hacer con Rita Barberá. Ni el de España tampoco. Ni Rajoy ni Bonig tienen idea sobre si la alcaldesa de Valencia durante 24 años va a ser investigada, imputada o como se diga ahora en el marco de la Operación Taula. El caso está bajo secreto de sumario y la hoy senadora del PP no ha sido citada, aunque podría tratarse de una estrategia del juez porque en el momento en que la investigación roce a Barberá ha de inhibirse y dejar el caso en manos del Supremo. Esta garantía no es nueva en la exalcaldesa, aforada desde que, en 1983, entró como parlamentaria en las Corts Valencianes, en cuyos escaños ha permanecido hasta hace pocos meses.

Lo máximo que los distintos dirigentes populares han pedido en público a Rita Barberá son explicaciones sobre la investigación por blanqueo de capitales en la que se han visto envueltos 50 concejales y asesores de su gobierno, cargos públicos que van a ser fulminados por su partido y por la gestora que asumirá los mandos de la agrupación popular de la capital.

La exalcaldesa todavía conserva fuerza, e hilo directo con el Mariano Rajoy que la recibió tres horas en la Moncloa hace solo unos meses. Pero ya no es la misma, ni siquiera para los suyos. El día en que el caso Nóos estaba a punto de salpicarle, con su vicealcalde y varios altos cargos de la Generalitat imputados, proclamó que ella no había firmado nada sobre Urdangarin. Y se rompió la magia. No salió en público a unir su suerte a la de Alfonso Grau (amargas palabras tiene ahora éste para ella); no compareció para explicar que ella veía bien aquellas jornadas de Valencia Summit; no subrayó que el yerno del rey engañó al ayuntamiento y al Consell: se puso de perfil y sus subordinados se sientan hoy en el banquillo. Ahora, todo su grupo, incluso personas de su más estricto círculo de confianza, se ve sometido a la dura prueba de los calabozos y de los interrogatorios. Y ella vuelve a estar bajo los focos. Si se desmarca también ahora los suyos volverán a sentirse desamparados y ya no se lo perdonarán. O se moja o se baja del pedestal del Senado. O ambas cosas.

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