Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Lisa

A raíz de la mención en uno de mis recientes artículos, un lector me ha manifestado su interés por Lisa Fonssagrives, y me parece lógico; se trata de una figura referencial en la historia de la moda. Fue, en su momento, una de las pocas que trascendieron el anonimato en que hasta entonces se desenvolvían las modelos. El nombre de Lisa Fonssagrives „y, por supuesto, su físico„ aparecen una y otra vez en las grandes revistas de la ancha parte central del siglo pasado.

Tan bella como inteligente y culta, dúctil a cualquier transformación, hizo realidad el enamoramiento de las cámaras que los mejores fotógrafos gustaron en enfocar hacia ella como encarnación viva de un ideal supremo. Docenas de portadas de Vogue y Harper´s Bazaar difundieron su silueta por todo el mundo, en un período en que los progresos técnicos hacían avanzar la fotografía, vehículo imprescindible de la moda, cuya esfera sobrepasaba Lisa hasta el punto de ser, en 1949, la primera modelo que ocupó la portada de Time, reservada antes a los grandes personajes o las más brillantes estrellas del espectáculo.

Nacida en Suecia y formada en prestigiosas escuelas de danza en Estocolmo, Berlín y París, Lisa Bernstone tomó el apellido de su primer marido, el bailarín Fernand Fonssagrives, al que regaló una Rolleiflex cuando hubo de retirarse a causa de un accidente, convirtiéndose en uno de sus primeros fotógrafos. Pero fue Willy Maynald „fotógrafo de Dior y Jacques Fath„ quien la descubrió casualmente€ y ahí empezó todo. Lisa, estando en París, no solo cursaba Historia del Arte en la Soborna, sino que visitaba el Louvre para estudiar detenidamente las poses y actitudes en los retratos femeninos de los grandes pintores. Sin embargo fue en los Estados Unidos, donde los Fonssagrives se trasladaron al declararse la Segunda Guerra Mundial, donde la carrera Lisa alcanzó su esplendor, donde la comparaban con otras dos suecas célebres, Greta Garbo e Ingrid Bergman, por su belleza unida a un carácter tan vivaz y versátil profesionalmente como introspectivo y reservado en su vida privada.

Fue decisivo su segundo matrimonio, en 1950, con el que iba a ser uno de los fotógrafos más encumbrados: Irving Penn. Los dos formaron un tándem ejemplar, al que se debe un extraordinario legado gráfico, y que en 1990 celebraba el feliz cuarenta aniversario de su boda. Ese mismo año, otro fotógrafo y gran amigo de Lisa, David Seidner, hizo una sesión de fotos en el Hotel Crillon de París cuando ella tenía ya setenta o ocho años; son increíbles. Lisa murió al año siguiente, a comienzos de 1992. El propio Seidner y el historiador Martin Harrison publicaron en 1996 un magnífico libro «a la querida memoria de Lisa Fonssagrives». En él, Lisa deslumbra de mil maneras distintas bajo los enfoques magistrales de las grandes firmas del siglo XX: Penn, Mayfald, Horts, Hoyningen-Hue, Man Ray, Richard Avedon, Dahl-Wolfe, Blumenfeld, Norman Parkinson€ Lisa, que además cultivó la escultura con notables dotes, llegando a exponer varias veces en la acreditada galería Marlborough, afirmaba: «He sido escultora toda mi vida, con la materia y con mi propio cuerpo, y creo que no había gran diferencia; yo era una forma en el espacio».

Compartir el artículo

stats