Este extraño invierno me sigue produciendo una sensación de hartazgo indescriptible. No basta con que sea insoportablemente aburrido, seco y suave por sí mismo. Centenares de comentarios de calle y medios de comunicación inciden en el tema hasta lo inaguantable. Vivimos tan al día, tan en el momento, que da igual lo que digas, nadie se cree nada. Muchos medios dejaron de preguntarme mi opinión sobre ciertos tipos de fenómenos meteorológicos cuando yo intentaba explicarles que podríamos encontrar otros iguales en el pasado, que nuestro clima era así de raro, de irregular, que todo era «normal». El otro día me puse a bucear en datos pluviométricos del pasado y encontré datos iguales o potencialmente peores de secuencias secas en los últimos 50 años, pero da igual, nadie se cree nada, me dicen que los estoy manipulando, que es «evidente» que lo de ahora es lo peor que se ha vivido en la Historia. De vez en cuando hay quien se acuerda de poner como coletilla «en los 150 años que hay registros objetivos». Me gusta la opinión de los geólogos, muy escépticos cada vez que les dicen eso de «cambios como nunca antes se habían dado», porque ellos manejan unos periodos numéricos tan largos que todo lo ven normal. Para ellos, que se mueven en centenares de miles de años y que encuentran periodos en los que no hubo hielo en los polos, «todo puede ser normal», y 150 años son dos minutos de una era geológica. Nadie recuerda los últimos duros inviernos en el norte de España, con nevadas de record el año pasado, y los consiguientes espectaculares deshielos, las tremendas olas de frío en la costa este de Norteamérica, también en 2015. Es más, se citan lugares del mundo, especialmente en Asia, con desplomes de temperatura que bajan mucho más al sur de lo habitual, en China u Oriente Medio por ejemplo, y se sorprenden de que por el contrario tengamos aquí un invierno tan suave. Lo cierto es que tiene sentido que unos desplomes de frío en un lado se compensen con ascensos de calor en otros, pero nosotros sólo nos damos cuenta de lo que pasa aquí. Y claro, es que yo también estoy harto de este invierno seco (me preocupa mucho más eso que el hecho de que sea suave), pero eso no me hace caer en brazos del sensacionalismo, o de explicaciones peregrinas. Acabo deseando lluvias, nevadas, fríos imposibles, por lo que pueden tener de positivos, pero, sobre todo, para que se callen ya. Aunque esto es una estupidez, porque entonces lo «raro» sería lo otro.