Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Martí

Por amor a Valencia

Esta primavera hará un cuarto de siglo que Rita Barberá abrió el paso triunfal del PP en Valencia. Desde el balcón del ayuntamiento ha visto el ocaso de Joan Lerma, Eduardo Zaplana, José Luís Olivas, Francisco Camps y Alberto Fabra. También el de Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez Zapatero, y lo que suceda con Mariano Rajoy será ya desde la ventana de su casa. Porque tras el arranque de la Operación Taula ha pasado de «alcaldesa de España» a ser repudiada por los suyos, con visos de un divorcio con el PP insospechado por nadie. Se han olvidado de sus múltiples atenciones, e ilustres visitantes borran su fotos con ella, tanto en el glamuroso Veles e Vents o en la exclusiva sala megavip junto a boxes.

Con una gestión avalada por mayoría vecinales y cuestionada por los movimientos sociales (incluso por los de buena voluntad), sus mandatos destilaban una autoridad incuestionable. Por eso es poco creíble que no estuviera al tanto de los movimientos de sus subordinados. Máxime cuando media ciudad ha visto cambiarle la cara a sus concejales cuando en la pantalla de su móvil aparecía su nombre, o abandonar inesperadamente una comida porque «la jefa quiere que vaya».

Tantos años de poder desgastan, pero aún más pasar a la oposición tras volver a ganar las elecciones. Muchos no coincidimos con el particular amor que Rita Barberá procesa a Valencia, pero en una ciudad tan plural y mediterránea, el abanico de afectos tiende al infinito, por eso hay que respetar sus esfuerzos durante tantos años de primera autoridad. Si ha hecho trampa, ella o alguien de los suyos, por acción o omisión, se sabrá pronto. Aunque existen demasiados indicios, tanto policiales como fiscales.

Llegados a este callejón con salida de emergencia, por consideración a sus votantes, por la reputación de las instituciones democráticas, pero sobre todo por ese amor a Valencia que seguro mantiene intacto, debe asumir que sus concejales y su partido están manchados, y que solo un aforamiento cuestionable impide sus declaraciones en sede judicial. Los buenos jefes dan la cara por los suyos, sobre todo en tiempos difíciles.

Compartir el artículo

stats