La mafia valenciana sigue viva y haciendo de las suyas. Soporta mal el oxígeno y la claridad. Falta por ver la farsa, la feria y la visita del pontífice. «Forces adverses! us coneixem d´antic», que escribió Matilde Llòria. La Comunitat Valenciana vive la situación más siniestra desde el inicio de la transición. Con el tejido empresarial y productivo destrozado. El 35 % de los valencianos vive por debajo del umbral de la pobreza. En índices de paro nunca conocidos, con escarnio entre los jóvenes. Marcados por una industria deteriorada e incapaz de suministrar empleo estable. Con el sector agroalimentario abandonado a su suerte. Con infraestructuras que manifiestan la deslealtad de España con la Comunitat Valenciana. La indignidad se corrobora con la negativa a la financiación justa para esta autonomía, inmersa en la corrupción política. Para combatirlo sólo contamos con un entramado institucional anquilosado. Fútil tropa para dar guerra y vencer.

La política valenciana influye en el escenario español. Nos encontramos ante una catarsis de efectos imprevisibles. El pacto del Botánico orquestado en torno a Ximo Puig sigue vivo a pesar de los vaticinios de la caverna reaccionaria. Tras el 20D, la entente de progreso tendría que fracasar, según los conjurados. Funciona en la Generalitat Valenciana la coalición que se dice inaccesible para el Estado español. Ximo Puig, un periodista de Morella, es el president que ha trabado el consenso de las fuerzas políticas que se plantan ante Madrid. Solucionar la financiación justa de la Comunitat Valenciana es el primer problema candente que tendrá que resolver el futuro Gobierno español. Los partidos sienten, por fin, el apoyo de los poderes fácticos, los sindicatos y la opinión pública.

La España plural y lúcida no puede permitirse el lujo de ir a nuevas elecciones. Devolver el toro al corral es un fracaso colectivo. De resultado incierto y que impediría el funcionamiento efectivo del Gobierno español antes del mes de octubre. La grosse koalition „PP, PSOE y Ciudadanos„ es cada día más inviable. El signo de los tiempos va hacia el cambio. Mariano Rajoy, preso de pánico escénico y estigmatizado por la corrupción interna, es candidato imposible a presidir el Gobierno. España no resiste seis meses más de interinidad. El PSOE, a pesar de las interferencias celtibéricas de Felipe González y de Alfonso Guerra, tiene en el pacto del cambio la oportunidad de recuperar imagen como partido con sentido de Estado. Pedro Sánchez se la juega: presidente o nada. Pablo Iglesias y Podemos no cargarán sobre sus hombros la responsabilidad de aupar a Rajoy e incrementar la inestabilidad en España. Los votantes no se lo perdonarían. Los partidos de raíz catalana, entre los que se encuentra la formación que lidera Ada Colau, saben que la única posibilidad de encontrar solución al envite soberanista, es pactar la pirueta posible con Sánchez y lejos de Rajoy. Es la hora de la determinación periférica. Si no es referéndum, será plebiscito o consulta no vinculante. En eso cuentan con el beneplácito de las principales cancillerías europeas, hartas de incertidumbre y de callejones sin salida.

Compromís, en la soledad del Grupo Mixto, es el único partido de obediencia valenciana con visibilidad y con capacidad de influir en el conjunto español. El resto carece de autonomía para defender los intereses de los valencianos. Es la oportunidad de Joan Baldoví y de Mónica Oltra para relanzar a Compromís por la senda del valencianismo a tumba abierta y sin vacilaciones.

Derogada la ley de Señas de Identidad del PP, las reivindicaciones fundamentales de la lengua, la lucha por la justicia para las víctimas del metro, las comunicaciones vitales de la CV hacia la frontera francesa, el corredor mediterráneo, la vertebración territorial mediante agrupaciones comarcales eficientes, la instrumentalización de las Cámaras de Comercio como agentes económicos plurales y dinamizadores, la recuperación del Estado de Derecho, la fuerza municipal de las ciudades para el liderazgo autonómico, la reindustrialización que no admite espera, la definición e implantación del modelo económico valenciano, la reposición de la vocación exterior de la economía valenciana, la atención prioritaria hacia los sectores agroalimentarios y turísticos son los objetivos.

Para alcanzarlos es crucial la colaboración de las fuerzas políticas del cambio. Sería mala noticia que gobernaran quienes han impedido que la Comunitat Valenciana sea libre y autónoma. Quienes fraguaron su decadencia y la despojaron de la autosuficiencia mediática, financiera y económica, no merecen gobernar. La opción caducó tiempo atrás.