La formación campeona de la Copa Generalitat ha tenido que recurrir a la carnicería de Amalia para que sus jugadores se presentaran con dignos pantalones en la final. A veces ha sido el horno de Pasqual, una de las almas que sostienen la pilota en Quart de les Valls, quien ha tenido que ayudar para que fuera posible disfrutar de una final en la calle Valencia. Los chicos del club buscan y rebuscan colaboraciones de cien euros para sacar adelante sus gastos. Cuarenta comercios y pequeñas empresas: 4.000 benditos euros para pelotas y gastos generales. Y menos mal que la empresa Kiwa les apoya con un digno patrocinio. Dinero público, el justo para pagar las licencias federativas de cuatro equipos: no llegan a mil euros. Así están las cosas, en Quart, o en cualquiera de los cerca de doscientos clubes que sostienen, diríase que heroicamente, este deporte en el territorio valenciano. El pasado año algún equipo campeón no pudo participar en la Champions de Llargues en Holanda porque nadie se sensibilizó. Esa es la realidad con la que se tropieza en el día a día de los clubes valencianos, esos a los que se les exige, además, que insistan en potenciar sus canteras, «que para eso están». Afortunadamente ellos se conforman con estas líneas en el diario, con unas fotos para el recuerdo, con la memoria. Por eso nunca desaparecerán.
