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Carta abierta a Rita Barberá

Esperar a que el tiempo escampe para ocupar la plaza de senadora no parece lo más razonable, lo más digno o lo más valiente. Y esconderse solo alimenta la sospecha.

Permítame que le dirija esta epístola en público. Considero que es el camino correcto tratándose de una senadora. Solo quería decirle que esperar a que el tiempo escampe para ocupar la plaza en la Cámara Alta sin levantar mucha polvareda no parece la estrategia más razonable. Ni la más digna. Ni la más valiente. Si es que esa es la estrategia.

Pero me veo en la necesidad de señalarle que los tiempos, los escenarios y los modos de este país están empezando a cambiar. Esos votantes a los que tantas veces ha recurrido, están hastiados. Y parece que ya no hay vuelta atrás.

La época de las líneas rojas, las sospechas o las presunciones ha pasado. Y hemos entrado en la etapa „si no es muy pretencioso decirlo„ de la regeneración. Todo tiene un límite. Y ése, hace tiempo que se ha rebasado. Aunque parece que hay personas, como Isabel Bonig, que han decidido pasarlo por alto concediendo un mes más de gracia a los concejales imputados.

Esconderse, o no dar la cara en público, como hace usted, senadora, solo alimenta la sospecha. ¡Hasta sus propios compañeros del partido se lo están pidiendo! La honradez ha de defenderse en una tribuna pública cuando ha sido cuestionada en ese mismo espacio. Y por supuesto, en los tribunales si ha llegado esa fase. Que probablemente llegará. ¡Menudo desafuero!

Pero una representante „si realmente lo sienten así los electores que la han votado„ de determinadas voluntades políticas, al margen de la ya citada honradez, está sometida a otro principio: el de la responsabilidad. Y ese, sin necesidad de que un juez dicte una sentencia, también se ha rebasado.

Aducir en un comunicado que no sabía lo que se estaba cociendo en ámbitos de su competencia „uno se lo puede o no creer„ no evita esa responsabilidad. Su desconocimiento implica una falta de control sobre las personas en las que había descansado su confianza. Además, esa inexistencia de diligencia no es nueva. Que se lo pregunten a Alfonso Grau, que esta semana se sentará en el banquillo por la vertiente valenciana del caso Nóos.

Y un poco más allá, a 320 kilómetros, le ha dejado un mensaje su compañera Esperanza Aguirre: «Es tiempo de sacrificios», dijo. Pero bien entendidos, añado. Porque ha dejado su responsabilidad en el partido pero continúa como portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid.

Rita, por favor, hágase a un lado y permita que cerremos ya de una vez esta ventana antes de que nos lleve la corriente.

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