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Pactos gravitacionales

A la manera de los agujeros negros del cosmos, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy giran y giran sin acabar de fundirse para formar con Albert Rivera una mayorìa de gobierno. Cuando Rajoy empieza a sentirse cuestionado por sus coroneles, vuelve a escena el agujero negro de Pablo Iglesias, reclamando la vicepresidencia y el CNI, entre otras cosillas, además de blindar como incuestionables el referendum catalán y el Ministerio de la Plurinacionalidad que habrá de bendecir todos los derechos a decidir (unilaterales) presentes y latentes. Esa energía giratoria que no alcanza el fundido amenaza a la clase política con un ridículo capaz de invadir el espacio durante mil trescientos millones de años, que es lo que han tardado en confirmarse las ondas gravitacionales intuidas por Einstein.

Para que nada falte, Patxi López anuncia el pleno de investidura para el 2de marzo en el mismo momento en que las mayorías por fusión o abstención parecen más remotas que nunca. La práctica totalidad de los socialistas repudia cualquier eventualidad secesionista, pero carece de fuerza para hacerla decaer en el programa podemista, trabado por favores y deudas electorales. Ciudadanos no entrará ni atado en el jardín plurinacional y refrendatario. Su apoyo presunto al PP exige un descabezamiento más que justificado por la invasiva corrupción que nunca acaba y aún puede descubrir mayores escándalos ocultos. Esperanza Aguirre acaba de señalar un camino: dimitir por responsabilidad polìtica, reclamándose exenta de culpas penales. Sincera o perversa, ha puesto el dedo en la llaga. En la de Rajoy

El lío es tan formidable que, salvo demostración en contra, debiera Sánchez renunciar a formar gobierno, con la misma desfachatez que puso Rajoy en declinar esa responsabilidad ante el jefe del Estado. Como no es previsible que en ese encargo llegue el turno de Podemos, ni es de razón que recaiga en la cuarta fuerza, Ciudadanos, se perfila como inevitable una nueva convocatoria electoral con las cartas boca arriba: las del declinante Rajoy, las del iluso Sánchez, las del oportunista Iglesias y las del buenista Rivera. Elecciones sin más vainas de plazos, segundas votaciones de investidura frustradas, nuevas consultas y provisionalidad gravitacional hasta el verano. Todo antes que seguir dando espectáculo infecundo, que no hace sino proclamar que el cambio invocado es a peor.

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