El invierno parece querer decir que aún puede dar algo de guerra. No se trata de un tiempo inusitadamente frío, ni mucho menos, pero viniendo de la suavidad, en el mejor de los casos, y de temperaturas mínimas por encima de 15ºC y de máximas por encima de 25ºC, en varios puntos del litoral Mediterráneo, la situación actual se percibe más, porque la bajada es muy contundente en pocos días. En algunos casos también la lluvia ha ido apareciendo donde hacía tiempo que no lo hacía, como en Cataluña, y donde es especialmente rentable, en las cabeceras de los grandes ríos mediterráneos españoles, como Júcar o Segura. En otros lugares del sudeste seguimos esperando con desesperación que los próximos días nos cambien una tendencia cada vez más preocupante. Curiosamente, hoy, recordando el frío extremo de febrero de 1956, es el Día Internacional de la Pobreza Energética, y eso me vuelve a dar la idea de recordar que, por mucho que suban las temperaturas medias, un buen número de los hogares españoles, puede que más de un 10%, padecen este mal. Probablemente a ellos no les parecerá mal que el invierno haya sido suave, y es probable incluso que no lo hayan notado tan suave. Ya recordé en un artículo reciente que había más muertes en invierno que en verano, y casi cualquier mes de enero registraba más muertes que el famoso agosto de 2003, que, por otra parte, es una excepción, porque en general agosto y septiembre son los meses que registran menos decesos. Vuelvo a recordar el estudio de un equipo de investigadores del Instituto de Salud Carlos III en el que se afirmaba que las olas de frío resultaban en España más mortales que las de calor, en buena parte por nuestra escasa preparación ante este rigor meteorológico, y por las pocas campañas que se hacen para combatirlas. Una entrevista en la radio, de una pareja de ancianos que pasaba el mes con menos de 300 euros, y para los que gastar en calefacción de cualquier tipo era un lujo inalcanzable, me ha hecho volver a reflexionar sobre este hecho en uno de los días más fríos de este invierno. Resulta que el agua se considera un bien público, del que no se puede privar a nadie, pero no ocurre así con la energía, y ello nos debe hacer reflexionar sobre estas situaciones, que se van a seguir daño a buen seguro.

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