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Postureo o educación

Oigo hablar a los políticos mucho sobre formas y muy poco sobre fondo. Que si no te doy la mano, que si te cambio el nombre de la calle, que si hablo contigo y no con los otros, que si corbata, pajarita o descamise. Postureo, nada de chicha. Parece que andan ayunos de ideas de tonelaje y, por ello, echo hoy mano de un sabio para que les ilumine en algo en lo que, nunca mejor dicho, nos va el futuro. Me refiero a la educación, a la escuela. El pensador que me ayuda se llama Marcel Gauchet, filósofo, historiador y periodista cultural francés, quien en una entrevista fantástica, toda jamón jamón, publicada en "Le Monde" (y que extracto y traduzco de aquella manera), nos pone a todos a cavilar. Dice, por ejemplo: "Estamos pidiendo que la escuela resuelva mediante medios pedagógicos lo que son problemas derivados de transformaciones colectivas. Y nos extrañamos de que no lo consiga". En efecto, antes se decía: "La familia educa, la escuela instruye. Hoy, la familia descarga sobre la escuela la doble tarea de educar e instruir". Sí, la prioridad ha cambiado: "Al saber y a la cultura se los consideraba como los instrumentos que permitían acceder a una humanidad plena, lo que constituía el ideal del ciudadano democrático. Hoy han perdido esa facultad, reducidos a un papel utilitario o de diversión. Se disoció la idea de humanidad de la de cultura". Y la educación ha quedado en medio: "Los alumnos repiten de forma persistente: ´¿Esto para qué sirve?´ Es la gran paradoja de la llamada ´sociedad del conocimiento´: que ha perdido de vista la verdadera función del conocimiento".

Pero más en medio aún y en total desamparo quedan los profesores: "¡El autoritarismo ha muerto, comienza el problema de la autoridad!", grita Gauchet. Y tira de sentido común: "La escuela carece de otro medio de acción que no sea la autoridad. La capacidad de convencer del enseñante al dar clase reposa en la confianza que le otorga la sociedad y le garantizan las instituciones. Pero tal pacto se cuestiona ahora. Los enseñantes han quedado reducidos a su carisma nada más, trabajan sin red y sin mandato institucional claro, la sociedad no los respalda, comenzando por su propia administración. Los docentes ejercen en nombre de una colectividad que no reconoce el papel que desempeñan". De modo que conviene repensar el cometido de la educación. Nada más sencillo: "La función de la escuela es simplemente enseñar a pensar, servir de introducción a esa felicidad que comportan al espíritu las cosas bien hechas, sean cuales fueren. Es, con mucho, la tarea más eficaz". ¿Conviene al Poder tal empeño? No, señor. Muy al contrario, que el alumno pase curso (y los padres aplaudan) y si no lo aprueba el profe ya la administración se encarga de buscar tiquismicadas para que "promocione", forma verbal de moda. ¿Enseñar a pensar y que así los chavales se críen en contra del postureo y a favor de sus derechos y deberes como ciudadanos? No, hombre, no, qué va. ¿Las cosas bien hechas? Bobadas: la felicidad la venden en hamburgueserías, cervecerías y pizzerías, en "cruceros de ensueño" y en el dichoso spa. Por todo este merecumbé mental tan apreciado por los mercaderes, se va olvidando que "el problema educativo es un asunto que concierne a lo más alto de la vida pública, que compromete el porvenir de nuestras sociedades y solo puede ser tratado como una responsabilidad colectiva que nos concierne a todos y no solamente a los padres de los alumnos".

¿Y saben ustedes lo peor de todo? Que la entrevista con el señor Gauchet data del año 2011. Es decir, que en Francia salía a la palestra lo que debía quitarnos el sueño hace ya cinco años. Pero aquí andamos aún con alfombras rojas y sálvame, superviviente de luxe, gran hermano mío. Aquí, postureo. Que eduquen e instruyan ellos. Vivaspaña.

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