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Las pequeñas historias

En alguna ocasión he dicho que me gustan las series que hablan de la vida. No os creáis, no me pasa lo mismo con otros tipos de cultura, donde me da por todo lo que me evade: fantasía, ciencia ficción y terror (no es Mann pero es lo que hay). Sin embargo, en las series hay un no sé qué que qué sé yo que me pide que busque series lo más auténticas posible. Hablé de Catastrophe, la serie inglesa protagonizada por una pareja que tiene un bebé tras un lío de una sola noche, y de Master of None, que cuenta la historia de un tipo normal. Es una debilidad personal.

Pues bien, en un par de noches he podido ver, enterita, Love. Se trata de una serie creada por Judd Apatow, que está detrás de La boda de mi mejor amiga o Begin Again, entre otros, y que Netflix subió completa el pasado viernes. Está protagonizada por Gillian Jacobs (Community) y Paul Rust (La noche de su vida, lo cual no es un gran currículum), que representan a dos personajes tan distintos que acaban conquistándote de manera irremisible.

La vida es eso: dos personas que se conocen por casualidad y poco a poco comienzan a completarse, crecer, evolucionar y transformarse mientras nace entre ellos esa extraña sensación que hace equilibrismos entre el amor y la amistad. Seré que estoy más ñoño de lo normal, pero Love, que tiene un título mucho menos sutil que su propuesta, me ha encantado. Mientras Netflix siga haciendo comedias indies que yo llamo «de media sonrisa» o de «sonrisa tonta», a mí me tendrán pegado a la pantalla. ¿Que me falta filtro? Puede ser. Pero la vida es lo que es y quien esto escribe piensa que a veces ponerse delante de una pantalla es algo más que evadirse y dejar de pensar. Y cuando la propuesta es estimulante y las historias se metamorfosean hasta convertirse en algo prácticamente irreconocible, a mí me tienen, sin necesidad de grandes explosiones, efectos especiales o superhéroes.

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