El 21 de febrero de 2016 se cumplieron cien años del inicio de la batalla de Verdún. Desde el 21 de febrero hasta el 19 de diciembre de 1916, los ejércitos francés y alemán se enzarzaron en una de las mayores y más decisivas batallas de la I Guerra Mundial. La interrupción del avance alemán en esta batalla de desgaste (con más de 250.000 muertos y desaparecidos) tuvo una importancia capital en el desarrollo posterior de la Gran Guerra. El ataque alemán a los fuertes que rodeaban Verdún se demoró por espacio de diez horas, arrojándose en ese período más de un millón de obuses. La resistencia francesa acabó dando resultado a finales de 1916, al expulsar a los alemanes de los principales fuertes (Douaumont o Vaux) que rodeaban esta localidad francesa del departamento del Mosa. En el éxito francés influyó decisivamente el inicio de la batalla del Somme por tropas francobritánicas el 1 de julio, sin otro objetivo que el de debilitar a los alemanes en Verdún pero que acabó siendo la batalla más mortífera de la Gran Guerra.

El esfuerzo bélico francés fue citado durante muchos años como ejemplo de heroicidad y de resistencia frente al enemigo. En Verdún los franceses hicieron popular el lema «¡No pasarán!», al mismo tiempo que coincidían (con muy diferentes responsabilidades) los dos militares que marcarían buena parte del siglo XX francés: el mariscal Philippe Pétain y el por entonces capitán Charles de Gaulle. Ambos personajes estaban destinados a representar papeles muy diferentes en el imaginario colectivo de los franceses tras la II Guerra Mundial, en especial durante la V República. Y ambos otorgaron a Verdún un lugar preeminente en la memoria nacional francesa tras 1916. Es precisamente la consideración de Verdún como un símbolo sagrado a lo largo de estos cien años el objetivo de este artículo.

Apenas unos días después del inicio de la batalla, el 1 de marzo, el presidente de la República, Raymond Poincaré, visitaba el frente de batalla advirtiendo a Pétain que, aunque estratégico, un abandono de las posiciones en beneficio alemán sería considerado un «desastre parlamentario». Similares injerencias técnicas se manifestaron por parte del primer ministro Aristide Briand. Poincaré acabó visitando Verdún seis veces durante 1916, como puso de manifiesto Antoine Prost en su libro «Republican Identities in War and Peace. Representations of France in the Nineteenth and Twentieth Centuries». El desarrollo de la batalla y las palabras de Poincaré afirmando que Verdún era sinónimo de patriotismo y valentía convirtieron la batalla en un símbolo nacional francés.

Finalizada la I Guerra Mundial, una gran cantidad de pueblos y ciudades francesas habían dedicado el nombre de Verdún a multitud de calles y plazas. Desde entonces, Verdún empezó a ser considerado como un sitio de peregrinación. Lugares como la trinchera de las bayonetas fueron considerados sitios de culto para numerosos franceses. Los visitantes que se acercaban a los cráteres aún visibles a principios de los años veinte a menudo se topaban con huesos y calaveras de los caídos en la lucha. Era evidente la necesidad de construir un osario donde poder rendir tributo a los fallecidos.

En efecto, tras la construcción de una instalación provisional en los años veinte, en 1932 el presidente de la República, Albert Lebrun, inauguraba el osario definitivo en el emblemático sitio de Douaumont. Con una torre de 46 metros de altura incluída en el conjunto arquitectónico, el osario albergaba 16.142 tumbas de soldados franceses identificados y 592 de soldados musulmanes orientadas hacia La Meca. Durante años, peregrinaciones de veteranos llegaban al lugar cada 12 de julio, fecha del infructuoso asalto alemán a Fort Souville, el momento más crítico de la batalla. La más destacada de estas peregrinaciones fue la del 12 de julio de 1936, cuando a los franceses se les sumaron veteranos alemanes que en silencio se situaron frente a cada tumba del cementerio de Douaumont en un gesto de paz y reflexión. Se evitaron los himnos y cualquier referencia a los Fêtes de la Victoire.

Con el paso de los años, las relaciones franco-alemanas mejoraron ostensiblemente. En 1956, apenas un año antes del Tratado de Roma, una delegación oficial alemana fue recibida por las autoridades locales de Verdún. El General de Gaulle llevó a cabo una visita oficial en 1966, con ocasión del cincuenta aniversario de la batalla, pronunciando un discurso con numerosas referencias históricas y marcado tinte nacionalista.

La mayoría de los presidentes de la V República visitó Verdún. Destaca especialmente la visita que el 22 de septiembre de 1984, en pleno proceso de eliminación de los controles fronterizos de la Comunidad Económica Europea, llevaron a cabo François Mitterrand y Helmut Kohl. Aquel día, los dos estadistas se daban la mano en el osario de Douaumont en una nueva reconciliación franco-alemana.

Verdún nos ofrece dos valiosas lecciones, muy relacionadas con los usos historiográficos y políticos que se han hecho de la batalla a lo largo de los años. Por un lado, la narración del sacrificio francés en la defensa del sitio frente a los alemanes. Por otro, nos debe hacer conscientes de que en pleno siglo XXI numerosos pueblos siguen viviendo los horrores de la guerras, libradas ahora con armas mucho más mortíferas que en 1916.