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La destrucción de Siria

¡Qué fácil es destruir un país y qué difícil en cambio reconstruirlo! Sobre todo si no hay la mínima voluntad de hacerlo. Estados Unidos es maestro en ambas cosas: lo hemos visto en Irak, en Siria, en Afganistán y otros lugares del planeta.

Para ceñirnos al caso que más preocupa en este momento en Europa, el sirio, por la llegada masiva de refugiados, sobre todo de ese país, al Viejo Continente, la solución, si es que la tiene, no parece estar a la vista.

Allí Occidente - no sólo Estados Unidos, también Francia y el Reino Unido, antiguas potencias coloniales en la zona- animaron el levantamiento contra Bashar al- Asad sin saber al parecer en qué enjambre se metían.

Se apoyó a una oposición de la que nadie sabía exactamente cuáles eran sus valores ni qué defendía más allá de derrocar al dictador y ahora nos encontramos con un país material y moralmente destruido, en el que algunos parecen echar de menos el viejo orden.

Por ejemplo, el obispo católico de Alepo, Georges Abu Khazen, cuya diócesis está en el centro de esa ciudad en la que se enfrentan en un combate sin cuartel las tropas gubernamentales y la oposición.

Mientras los cazas rusos bombardean los barrios al sur de la ciudadela, donde se han atrincherado los rebeles, éstos lanzan misiles contra otras zonas de Alepo, entre ellas el barrio cristiano.

Allí las bombas han destruido la iglesia armenia protestante, un centro comunitario de la Iglesia católica y numerosos edificios, según testimonio del obispo.

El prelado no se anda con tapujos: el presidente Barack Obama tiene razón, según él, al negar que exista una oposición moderada en el país.

La mayoría de los combatientes son yihadistas a los que apoyan y han armado países aliados de Occidente como Turquía, miembro de la OTAN, o Arabia Saudí.

Para esos yihadistas, explica el obispo Georges, no hay lugar para las minorías.

Por raro que pueda parecer a muchos, el obispo defiende la intervención militar rusa a favor de Asad porque Moscú, dice, está a favor del restablecimiento del viejo orden laico.

Antes de la guerra, vivían en Alepo más de 180.000 cristianos, de los que más de la mitad han acabado huyendo de la ciudad.

¿Y qué hace mientras tanto Occidente? Muchos se quejan en Europa de que Estados Unidos haya abandonado a su suerte a los sirios, de que haya creado un vacío estratégico en toda la región, vacío que ha sabido aprovechar Moscú.

Pero los gobiernos del Viejo Continente no se han mostrado dispuestas en ningún momento a enviar allí tropas terrestres contra los fanáticos yihadistas del Estado islámico porque nadie quiere cargar con la responsabilidad de las víctimas que habría entre los soldados europeos.

Rusia es a su vez consciente de su debilidad económica, pero no quiere renunciar al estatuto de superpotencia militar, y con sus demostraciones de fuerza, primero en Ucrania y ahora en Siria, aspira a que se la reconozca como tal.

Desde Occidente se acusa a Moscú de practicar una política agresiva, pero la OTAN no deja de reforzar sus efectivos: Estados Unidos se propone cuadriplicar el año próximo sus gastos militares en Europa oriental, es decir en los países que fueron un día del Pacto de Varsovia.

La industria armamentista debe de estar frotándose las manos.

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