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Las pilas

Otra vez 23F. Treinta y cinco desde el del 81. Parece que fue ayer, pero qué va. A las pocas horas de producirse la asonada, media España se echó tiritando a la calle para clamar contra quienes pretendían revertir nuestra historia una vez más. El nuevo tiempo se asentó, llegó una verdadera transformación en todos los órdenes, tras la movida llegaron retos de postín, nos asomamos al exterior y, de ese modo, nos convertimos en un país como otro de los de alrededor, pero con nuestro temperamento. Treinta y cinco años después, nadie se imagina que puedan volver a repetirse las escenas que, con el tricornio por montera, exportamos al mundo.

Pero estamos invadidos por una enfermedad que, como no se tomen las medidas pertinentes, amenaza con descomponer lo que tanto costó poner en circulación. La plebe que montó el cirio aquel sacando los tanques tuvo la virtud de, una vez frenada la ocurrencia, fortalecer el estilo de vida por el que mucha gente se había jugado el bigote. Me refiero al auténtico, al que apostó por enarbolar la bandera de los valores y de los principios. Ahora bien, la pasarela de detenidos a la que nos enfrentamos a diario; la cantidad interminable de enjuagues que se han empleado y se siguen empleando en la esfera del poder representativo por el que tanto se suspiró; la nula asunción de responsabalidades y el desvío de éstas hacia el que ha estado trabajando codo con codo con el gerifalte encogido de hombros y, finalmente, el pasotismo con el que continúa tratándose la madre del cordero que no es otra que la financiación de los partidos sí que están orillando, y de qué manera, esa credibilidad que solo robusteciéndola dan sentido al régimen que tanto costó recuperar. No creo que estén esperando a que salte otro Tejero para ponernos las pilas. Pero por cómo se la han puesto los barandas, cualquiera sabe.

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