No me refiero aquí a la imagen religiosa del carpintero José enseñándole a su hijo Jesús las artes del oficio, bajo la amorosa mirada de María, sino al ejercicio académico que sobre el barrio de Natzaret hizo un grupo de alumnos/as del Taller 5 de la Escuela de Arquitectura de la Universitat Politècnica de València, con tutoría de Clara Mejía y Angel Martínez-Baldó.

El ejercicio fue presentado en mesa redonda llevada a cabo en la Biblioteca del Mar (calle Fontilles) el 17 de febrero, en el marco de la celebración de los 40 años de la Associació de Veïns i Veïnes, ante una nutrida concurrencia de amigos/as de Natzaret, con caras conocidas como Empar Puchades, Carles Dolç, Rafa Rivera, David Estal, Tato Herrero o Sandro Pons.

Entre las muchas e interesantes ideas que se vieron y escucharon en el evento -algunas de ellas reivindicaciones históricas de los habitantes del barrio y de toda la ciudad-, cabe destacar tres para compartir con el auditorio de LEVANTE-EMV:

Si el Jardín del Turia sobre al antiguo cauce, que irriga de verde a Valencia, tiene un Parque de cabecera, debe tener un Parque de desembocadura. Y si en el primero hay memoria de agua con una flora y fauna coherentes en un entorno de afortunado diseño por parte del equipo dirigido por Arancha Muñoz; el segundo debe conectar de nuevo el río con el mar para eliminar de forma creativa e innovadora, con colores azul/verde, el sumidero de aguas grises/negras en que ha quedado convertida la desembocadura por el tapón de una rotonda vial apresurada e inconsulta (como la ZAL), al interior de un puerto autista, al servicio exclusivo de las mercancías y hostil con la ciudad a la que ha arrebatado vida y paisaje, y con los valencianos y valencianas que le han nutrido y nutren todos los días con trabajo y una paciencia que tiene límites.

Si el barrio de Nazaret nació en 1720 como un lazareto (Llazaret), alejado de la ciudad para enfermos que llegaban al puerto; si en los siglos XIX y XX (hasta los años 70) combinó viviendas de pescadores con chalets de veraneo para disfrute de las playas de Benimar y Mar Azul, eliminadas por la ampliación del puerto en los 80; si el barrio tiene como vecinos ricos a los PAI de Moreras y el Grao (sometidos todos al costoso capricho del señor Camps y la señora Barberá rondando en ferrari el circuito urbano de F1); si es el final de la línea 2 del tranvía desde el centro (inconclusa); y si el ejercicio del Taller 5 puso de presente la estratégica ubicación del barrio para una conexión norte-sur-oeste de todo el litoral, desde la Malvarrosa hasta el Parque Natural de El Saler, con una línea de tranvía y una red de carriles bici, pregunto: ¿Seremos capaces las autoridades municipales, autonómicas, estatales y portuaria, los/as técnicos/as y ciudadanos/as de Valencia de convertir a Natzaret para el 2020 -el tricentenario- en una Portada al Mar que ponga la ciudad en el mapa de las utopías concretas y la dignidad a la saque del de las fantasías especulativas y la ignominia?

La respuesta está en la pócima mágica a la que se aludió en la mesa: El protagonismo que los colectivos vecinales, políticos y sociales de Natzaret y de toda España tuvieron en la Transición y que pueden y deben tener hoy revigorizados con la savia del 15M y la oportunidad de gobiernos progresistas a nivel local, regional y nacional. La Plataforma El Litoral per al Poble es muestra activa y promisoria de ello.